lunes, 28 de diciembre de 2009

Encuentros en la tercera frase (I)



No me considero especialmente cinéfilo ni de lejos, pero se me ha ocurrido, aunque tampoco sea ello nada nuevo, recopilar de vez en cuando en alguna entrada frases aparecidas en algunas de mis películas favoritas.
Sentencias que me parecieron certeras, graciosas, pertinentes o sugestivas.
Sin ánimo de pontificar, lógicamente.
Al fin y al cabo, el criterio elegido es personal, es decir, que me gusten a mí.

- Dentro de mil años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas (Mark Renton observando el ambiente de una discoteca londinense, "Trainspotting")

- Bueno, vamos a llevarnos bien porque si no van a haber hondonadas de hostias aquí, ¿eh? (Pazos disertando frente a Fátima en una tensa negociación de mafiosos, "Airbag")

- Hay que ver lo simpática que se pone la gente cuando les invitas a drogas (secundario reflexionando tras una encerrona toxicómana, "Gente Pez")

- Al principio utilicé la esteganografía de Tritemio. ¿Ha leído usted a Tritemio? (Padre Ángel Berriartúa dialogando con un jefe de departamento de El Corte Inglés, "El día de la bestia")

- Aristócratas prusianos, valiente montón de mierda... (Sargento Steiner enfrentándose verbalmente al Capitán Stransky en un barracón de la Wehrmacht del Frente del Este, "La cruz de hierro")

domingo, 27 de diciembre de 2009

Consenso e ideología en la Transición política española



El autor comienza el análisis de un tema tan complejo y dinámico como es el del estudio de la Transición española recurriendo al manejo de ciertas teorías filosóficas que le vendrán posteriormente como anillo al dedo para explicar algunos aspectos del proceso político señalado.
El punto de partida será el concepto weberiano de racionalidad sobre el que Jürgen Habermas comenzará a cimentar sus teorías comunicativas. En el marco de estas bases constata el desacoplamiento existente entre el mundo de la vida y los sistemas. Para él, la integración social (mundo de la vida) se alcanza mediante un acuerdo racional asegurado normativamente o conseguido a través del lenguaje, de la acción comunicativa, mientras que la integración sistémica se logra mediante la conexión funcional de los efectos colaterales agregados -no pretendidos- de las acciones particulares de los actores, efectos ajenos a la acción de éstos. Habermas observa una colonización del mundo de la vida por parte de los mecanismos sistémicos cuyo caldo de cultivo se forma en las sociedades del capitalismo tecnológico. Las instituciones del Estado de derecho tendrán que ser las encargadas de frenar estas dinámicas y de fomentar la fluidez comunicativa en todos los ámbitos de la sociedad.
El siguiente análisis que Oñate aborda es el de los problemas de la comunicación, entrando ya a avanzar algunos de los que posteriormente se harán patentes en los mecanismos de diálogo implementados durante la Transición. Pero nuevamente se retorna poco después en esta primera parte del libro al recurso a las teorías de la acción deliberativa habermasianas para, a partir de la aceptación de la necesidad de establecer discursos y consensos racionales, retomar la cuestión del papel que han de jugar los actuales Estados democráticos en la generación de procesos comunicativos libres que entroncan con un ideal republicano al que el autor alemán se siente cercano como aspiración también superadora de los overlapping consensus rawlsianos.
En la última parte de este recorrido teórico conceptual que da inicio a la obra el autor se centra en ahondar en las caracterizaciones de algunos modelos de democracia, de los que irá enumerando sus pros y sus contras para, finalmente, apostar por una retroalimentación comunicativa deseable entre la sociedad civil y las instituciones del sistema político.
En los siguientes capítulos Oñate ya pasa al terreno del análisis de la situación sociopolítica de la Transición española, para el cual le serán útiles los elementos y conceptos sobre los que versaban las primeras páginas del libro.
El primer acercamiento al ámbito espacio-temporal de estudio consiste en la enumeración de los actores políticos más relevantes que influyen en él: los grupos del régimen, los de la “semi-oposición” y los de la oposición, concitando una mayor atención en ese conjunto el PSOE y el PCE, por razones de presencia y relevancia.
Matizando las distintas posiciones existentes en el seno de las distintas estrategias que se urdieron para encarar el proceso de transición, se van a confrontar el modelo que abogaba por la “reforma” y el que apostaba por los planteamientos de la “ruptura”. Estas posiciones, con sus dosis de maximalismo inicial irían modificándose en el marco de los procesos de negociación y de institucionalización de las diversas estructuras políticas españolas de la segunda mitad de los setenta y fue entonces cuando la oposición partidaria en los albores de la Transición de la ruptura comenzó a optar por la “ruptura pactada”, concepto relacionado con las denominadas falsas identidades que conllevaba a medio plazo la consecución de los objetivos formales de la ruptura democrática partiendo de operaciones reformistas efectuadas sobre las instituciones del régimen franquista. La legalización de los partidos y la inminente convocatoria de elecciones favorecieron la consolidación de esta vía de acceso a la democracia, suponiendo también un golpe de efecto por parte de la iniciativa del gobierno de Adolfo Suárez, que lograba hacerse con el control de la agenda política del momento merced a sus hábiles y prometedoras maniobras políticas.
La aceptación por parte de la oposición democrática de las reglas del juego pactadas con el gobierno conllevaría otro costo más para las fuerzas encuadradas en esa opción política y éste sería la desmovilización por parte de las mismas de la sociedad civil a la que, conscientemente, se desarticularía en la medida de lo posible a fin de que no ejerciese ningún tipo de influencia en la Transición.
Por otra parte, la articulación de la derecha y el centro político en el marco del naciente sistema de partidos que se preveía nos ofrece dos ejemplos dispares: el de una AP que se instaló en posiciones claramente derechistas en el mismo (visión que fue confirmada y ampliada por el electorado) y el de UCD, que partiendo de la observación de un amplio espectro de electores moderados, optó por configurarse como un partido con un mensaje etéreo y múltiple en el que se esperaba que se viesen reflejados una ingente cantidad de electores. A la vista de los resultados, ese deseable presagio para los centristas se cumplió con creces en las elecciones de 1977 y 1979.
La última parte de este resumen se refiere a lo tocante al proceso constituyente que culminaría en 1978 y que tendría su posterior continuación en las aprobaciones de los Estatutos de Autonomía correspondientes a las Comunidades Autónomas españolas.
En primer lugar, se analiza cómo influyeron la proximidad de este evento y sus avatares en el acontecer de cada partido, ya que afrontar esta responsabilidad les supondría renuncias programáticas y reflexiones internas.
Además de señalar las cuestiones ideológicas más relevantes que se manifestaron durante el proceso constituyente, el autor se encarga también de visualizar las fases negociadoras que marcaron el devenir de la realización de la Carta Magna. Se distinguen, por orden cronológico: la fase de aproximación entre las preferencias de los distintos grupos representados en la Ponencia Constitucional, la caracterizada por la imposición de las de AP y UCD mediante al recurso a la “mayoría mecánica” que habían consolidado y la del consenso final entre centristas y socialistas, que trataba de enmendar las carencias de la anterior por lo que respecta a la representatividad de la diversidad de los miembros de la Ponencia. Por su carácter simbólico y crucial el texto no soslaya tampoco los debates que en este contexto se dieron acerca de las cuestiones relativas a la Corona y a la organización territorial del Estado.
A modo de conclusión, ha de señalarse, retornando al recurso al universo conceptual que se mencionaba al principio del resumen, que los representantes políticos apostaban por la adopción de los presupuestos dialógicos para la toma de decisiones, pero que coyunturalmente la situación en la que se enmarcan estos hechos distaba de ser la que Habermas consideraría como la propia de una “comunidad ideal de comunicación”, ya que el diálogo no era irrestricto, estando limitado por las amenazas golpistas de los sectores involucionistas del Estado, radicados mayoritariamente en el seno del Ejército.
La noción de esa peligrosidad fomentó el consenso (semejante al paradigmático en la obra de Rawls) sobre la necesidad de superar los antagonismos de antaño escenificados de forma trágica en la Guerra Civil española, pero a juicio del autor no se ha de extrapolar como un acuerdo en condiciones igualitarias que plasme una posición firme y unívoca sobre el modelo o vía democrática que se eligió en aquel momento.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Felices dieciséis



Un filme imprescindible para los que disfrutan de las tramas a pie de calle, desbordantes de las aristas de una existencia desequilibrante y un estado de ánimo rayano en el melodrama.
Otra producción de Ken Loach que entronca con la inestabilidad de una working class a la que el stablishment envía al extrarradio urbano y, por ende, de la sociedad.
El habitual cine de compromiso social del director se aliña en esta ocasión con una historia intimista y conmovedora, la de un imberbe antihéroe que se da de bruces con el statu quo en su denodada búsqueda de un futuro digno para su familia.
Por otro lado, volvemos a ver una magnífica descripción del ambiente del suburbio británico y del modus vivendi de los hampones autóctonos. Sórdida mezquindad a caballo entre el hogar desestructurado, el gimnasio y la discoteca con la frenética circulación de papelas como hilo conductor.
No menos interesante resulta la disección que Loach efectúa de la subcultura chav, el equivalente de los canis hispanos. Obsesión por la ostentación, carencia de reivindicaciones y pedigrí de barriada bajo un armazón del último grito en ropa deportiva y algún complemento Burberry.
Tan lejos y tan cerca, Loach fabrica una película que logra generar empatías y nos traslada directamente a la refriega con los chungos del barrio al grito de "hey you!"

domingo, 29 de noviembre de 2009

El nacionalismo moderado vasco (I). Orígenes y precedentes.



Este texto tiene como objeto de estudio el nacionalismo moderado vasco. La elección de esta locución para denominar el tema que va a ser analizado en las siguientes páginas ya indica de por sí la existencia de otras variedades de nacionalismo vasco que obligan a especificar a cuál de ellas nos vamos a referir, siempre que, como en este caso, no se pretenda abarcar el estudio del nacionalismo vasco en todas sus vertientes.
El formato y la amplitud de este trabajo aconsejan centrarse en la corriente troncal del nacionalismo vasco por diversas razones. Una vez elegida esta opción para realizar una aproximación fértil al fenómeno, lo ideal es iniciarla partiendo de sus orígenes para ampliar posteriormente los conocimientos sobre el mismo en virtud de criterios de relevancia y continuidad. Esta elección nos lleva a decantarnos por una visión del nacionalismo vasco centrada en la herencia que Sabino Arana, la figura emblemática de este movimiento, lega a su más importante obra política, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), después de recibir una serie de influencias que coadyuvarán a informar la génesis de su ideario nacionalista.
El PNV, como elemento transversal al nacionalismo vasco durante toda su existencia, va a ser el nexo que servirá para ordenar la sincronía de la historia de este movimiento, sin que ello obste para que se mencionen y se hagan constar las relaciones e influencias entre el PNV como paradigma del nacionalismo moderado y las otras dos versiones de la ideología nacionalista vasca desgajadas de su tronco común y que José Luis de la Granja califica como moderada y heterodoxa .

ORÍGENES Y PRECEDENTES

En primer lugar, es conveniente aclarar que el nacionalismo vasco como movimiento político nace con Sabino Arana, quien lo dotará de una ideología y unas infraestructuras mediante las que desarrollarse. Sin embargo, cabe señalar la existencia de una serie de antecedentes que contribuyen a la aparición de esta ideología.
Durante los siglos XV, XVI y XVII una serie de escritores, entre los que se encontraban García de Salazar, Poza o Garibay, pusieron en circulación una serie de mitos con regusto de axiomas históricos sobre el origen del pueblo vasco, de su lengua y sus Fueros, tales como los referentes al tubalismo, el vasco-iberismo, el vasco-cantabrismo, la independencia originaria y el monoteísmo primitivo de los vascos, el origen pactado del Señorío de Vizcaya o el igualitarismo vasco, que con el tiempo han sido utilizados para legitimar el régimen foral como componente esencial del particularismo vasco.
Tesis como la que defiende que los vascos son los únicos descendientes de los antiguos iberos que poblaron originariamente la península o la que afirma la universal hidalguía de los naturales de los territorios vascos permitirán a posteriori la apología de una especificidad vasca fundamentada en argumentos históricos, a pesar de las refutaciones de estas teorizaciones que se han dado a conocer desde el siglo XIX.
La solución adoptada por la corona y las villas vizcaínas y guipuzcoanas para poner fin a los conflictos banderizos medievales supuso la extensión de la hidalguía a toda la población originaria de estas provincias, conformando unas comunidades monoestamentales en un contexto peninsular marcado por la disparidad jurídica. La pervivencia de estos ordenamientos refuerza la creencia en el imaginario nacionalista vasco en una desemejanza original con los españoles. Hay que apuntar también que, es clave en la vigencia de los Fueros hasta el siglo XIX la debilidad intrínseca de los recursos empleados por el Estado liberal español en su proceso de nacionalización.
Una primera consecuencia extraíble de esta tradición jurídica vasca es el fundamento racista de la nobleza y el igualitarismo vasco, ligados estos conceptos, al igual que la concepción castellana de los mismos, al origen solariego.
Los argumentos anteriores adquieren gran consistencia y calado en la obra tardíamente publicada del jesuita Manuel de Larramendi, que durante el siglo XVIII defendió fervorosamente los fueros y la nobleza universal de los guipuzcoanos (obsérvese ya aquí el sustrato provincialista del fuerismo vascongado, también característico del nacionalismo que estaba por llegar). Este autor, que algunos ideólogos del nacionalismo moderado reivindican como precursor de Sabino Arana, da la clave de la interpretación fuerista que se sitúa en las puertas del nacionalismo, exponiendo la posibilidad de la independencia conjunta de las provincias vascas frente a la amenaza de que resulte vulnerado el régimen foral por parte de la monarquía castellana. Además, son reconocibles en el ideario larramendiano una serie de rasgos que él considera de una manera prerromántica como autóctonos e inherentes a los vascos (religión, costumbres, lengua, folklore…) y que constituyen el semillero básico de cualquier nacionalismo que se precie.
Ya inmersos en el siglo XIX, hay que constatar que a lo largo del mismo coinciden tres coordenadas que contribuyen a la aparición del movimiento nacionalista: a nivel cultural e ideológico, la literatura fuerista; a nivel político, las guerras carlistas (1833-1839 y 1872-1876) y las subsiguientes aboliciones forales (1839-1841 y 1876-1877); a nivel económico-social, la revolución industrial de Vizcaya, considerada el factor fundamental por la nueva historiografía vasca.
La escritores fueristas, insertos muchos de ellos en la tradición literaria del romanticismo tardío, utilizarán la historia al servicio de la leyenda con la finalidad política de defender los restos de los Fueros que se hallan en peligro de desaparición, ensalzándolos y mitificándolos. A este patrimonio literario hay que sumar la labor vasquista que a posteriori llevarán a cabo dos grupos político-culturales como la Asociación Euskara de Navarra, que con Campión como figura más señera implementará una intensa promoción del vascuence y la bilbaína Sociedad Euskalerria. Los fueristas navarros hicieron ya sus primeros pinitos políticos a fines del siglo XIX, pero su fracaso en este ámbito les hizo centrarse en su faceta cultural, perfilando ya desde esa época las características peculiares del nacionalismo vasco defendido por los navarros, que implica un mayor respeto a la nacionalidad española.
Por lo que respecta a la importancia de las guerras carlistas y las posteriores aboliciones forales como factores que fomentaron el arraigo del particularismo vasco-navarro, es conveniente distinguir la coalición de elementos del campesinado y la oligarquía del ámbito rural que se unen para defender las estructuras socioeconómicas del Antiguo Régimen aún vigentes en sus territorios del fuerismo que nace en las filas del liberalismo moderado y que propugna la existencia secular de un pacto entre los territorios forales y la corona española, pacto que trata de reconvertir una vez que la Monarquía absoluta ha sido sustituida por la Monarquía constitucional. Una diferencia notoria con el nacionalismo aranista es que el fuerismo no cuestiona su pertenencia a la nación española, no reivindica un Estado independiente.
Otro antecedente contextual es el que supone la revolución industrial acometida en Vizcaya. La gran burguesía enriquecida vasca que se incorporó a los partidos dinásticos de la Restauración sustituyó a los antiguos notables que controlaban las instituciones forales como clase dominante. Esta burguesía se aprovechó grandemente de la autonomía económico-administrativa aprobada por Cánovas en 1878 para llevar a cabo una intensa acumulación de capital, nutriéndose para ello también de la contratación de un amplio contingente de mano de obra inmigrante.
Estas circunstancias, junto al retroceso de la religión católica, de las costumbres tradicionales y de la lengua vasca en el hinterland de Bilbao, hicieron reaccionar a sectores de clases medias o pequeña burguesía urbana con postulados ruralistas y antiindustrialistas: frente a la imagen negativa del Bilbao industrial, el modelo del caserío, donde se conservaban puras las esencias de la sociedad tradicional. Como rechazo a esa industrialización, a la oligarquía liberal y a los obreros foráneos socialistas, nació el primer nacionalismo vasco, impregnado de una mentalidad de carácter tradicionalista e integrista. En estos dos últimos adjetivos citados se puede rastrear la herencia carlista que recoge el nacionalismo vasco, merced también a la ideología juvenil de su epicentro Sabino Arana. Tras la derrota de 1876 el carlismo se sume en una crisis en la que se produce el abandono de buena parte de sus bases y la división del movimiento protagonizada por los “neos”, que se integran en el sistema de partidos canovista y los integristas, que abanderados por el lema de “Dios y Patria” anteponen la cuestión religiosa a la dinástica. También destacaron otros carlistas, que por sus inquietudes forales o regionales se unieron a los nacionalismos emergentes en la Península Ibérica. Este caso es el de Sabino Arana, que, por otra parte, se sentía cercano al integrismo por las posiciones regionalistas de éste y también priorizaba como los integristas la trascendencia del hecho religioso.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Desde que no nos vemos (Enrique Urquijo y Los Problemas)


No es norma de esta página introducir dos vídeos musicales seguidos, pero en esta ocasión la circunstancia está más que justificada.
Esta semana que agoniza nos trajo la efeméride del décimo aniversario del fallecimiento de Enrique Urquijo. Con Los Secretos patentó un estilo intransferible que encadenó a la perfección amor, desazón y embriaguez, aunque yo, por razones de edad, lo recuerdo más liderando Los Problemas.
Sirva la canción linkada de modesto homenaje, junto al acopio de un par de emotivos textos encontrados en ABC:

Enrique Urquijo: en un rincón del alma (Manuel de la Fuente): http://www.abc.es/20091117/cultura-musica/enrique-urquijo-rincon-alma-200911162005.html

El milagro de una canción (Carlos Marzal): http://www.abc.es/20091117/opinion-firmas/milagro-cancion-20091117.html

martes, 17 de noviembre de 2009

Las siete menos cuarto (Los Pistones)


Largas tardes de pubertad buscando recopilatorios ochenteros para grabarme mis propias selecciones y recrear el sucedáneo de un tiempo que imaginaba mejor para la juventud que el que me tocó vivir.
Como tantas tardes, te olvidaste de llamarme...
Tan jóvenes y tan viejos.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Me sustraen mi ABC!


El deceso del gran actor José Luis López Vázquez me trae a la memoria la genial escena de Torrente II en la que el indignado e histriónico hombrecillo al que interpreta recurre al Brazo Tonto de la Ley para descubrir a los vándalos que ultrajan el jardín de su residencia.
Aunque dominaba muchos más registros, José Luis López Vázquez destacó en su plasmación de personajes avinagrados, naftalinizados y burguesmente decentes, productos de una época a caballo entre los valores del nacional-catolicismo y las ínfulas de la tecnocracia.
Ese Valle-Inclán del audiovisual moderno que, heréticamente, considero a Santiago Segura sabe bien que un esperpento que resulte creíble para la working class requiere roles castizos, estereotipos germinados auténticamente a pie de calle. Sólo los actores de raza y con las tablas que únicamente la vida confiere pueden encarnar ese chusquerismo social, mínimo común múltiplo en todos los estratos sociales de las masas en rebeldía que preconizó Ortega y Gasset. Si Segura acertó recuperando a Tony Leblanc, tampoco falló con nombres como Gabino Diego o Antonio de la Torre.
Decía Enrique San Francisco que sin una existencia mínimamente agitada y emotiva uno podía correr el riesgo de empuñar una pistola en escena como el que blande un juguete.
El alter ego de José Luis López Vázquez se irritaba especialmente ante el policía José Luis Torrente (esa chusma ya no pertenece al cuerpo, solían contestar malhumorados los agentes del orden oficiales) porque los profanadores de su jardín particular se cebaban con él sacrílegamente hurtándole su ABC.
"La información objetiva es fundamental", respondía el policía colchonero.
Esta irónica escena me sirve de nexo para plantearme cómo se han instalado en la mente del populacho determinados estereotipos como los anteriormente reseñados.
Nunca la transgresión social resultó tan barata y relajante como hojear el ABC distribuido gratuitamente en la Escuela Oficial de Idiomas en el vagón del metro y sentir las miradas penetrantemente prejuiciosas de los compañeros de viaje.
Con lo cómodo que resulta leer un diario con grapas.
No te hacen sentir como si financiaras determinado vuelo del Dragon Rapide sino que te permiten más bien adoptar una pose aristocrática, al estilo de un incomodador Álvarez-Solís con bastón.
Gajes del maniqueísmo bienpensante en el que se haya instalada nuestra joven y corrupta democracia.
Y lo dice uno que prefiere de largo, retomando la necrológica, las españoladas al españolismo.

sábado, 24 de octubre de 2009

Atribulados


Parte del país (con minúsculas, al otro le preocupan los litigios acerca del fútbol televisado) se solivianta por la aparición pública de las hijas de Zapatero, ataviadas al estilo siniestro-gótico, en una foto protocolaria de presidentes de Estado y primeras damas.
Como ya se ha escrito suficiente sobre la inconveniencia de la instantánea a efectos formales y respecto a cuestiones morales derivadas del atuendo de las féminas no profundizaré en estos aspectos, ya que considero que tampoco voy a aportar nada nuevo a estas alturas de la corrida.
Sin embargo, todo el debate generado da pie a vislumbrar la ignorancia con la que la opinión publicada analiza el fenómeno de las tribus urbanas en España. Nada que ver con la literatura que produce Gran Bretaña sobre esta compleja realidad, con estudios profundos y sistemáticos sobre el punk, los hooligans y su subcultura casual o los mods. Por estos lares la bibliografía, salvo honrosas excepciones, se limita al sensacionalismo a caballo entre Temas de Hoy y su correlato audiovisual de El Mundo Televisión. No en vano, la juventud inglesa fue la primera en moldear estéticamente su tiempo de ocio, allá por los sesenta del siglo pasado, cuando a la generación de la explosión juvenil le sonaban lejanas las penurias relativas a la II Guerra Mundial que les contaban los carcas de sus padres. Como era de esperar, en España se aplazó (y deformó) la recepción de todas estas tendencias estéticas. Mientras allende el Atlántico llegaba el aire fresco de la superación de una postguerra mundial en la piel de toro la conflagración doméstica dejó casi 40 años de lastre y demonios familiares.
La interpretación de las subculturas urbanas por parte de la generación de nuestros padres es heredera de la adormilada realidad de los 25 años de Paz. Resulta evidente que se hacen un tremendo lío con estas cuestiones y que lo que más les llama la atención son las vertientes más estéticas y superficiales.
En eso no difieren gran cosa de los jóvenes.
Para colmo, los popes de las editoriales generalistas y de consumo de masas añaden más confusión a este enmarañado embrollo. Es el caso del libro La edad del pavo, de Alejandra Vallejo-Nágera, que mi madre debió de adquirir en algún momento de suma desorientación en lo relativo a mis desajustes hormonales o los de mi hermano. Leí sorprendido en el apartado dedicado a las tribus urbanas que los ingleses que realizaban actos vandálicos en los estadios de fútbol y alrededores se denominaban hooligers, que los mods escuchaban con fruición Depeche Mode o que los SHARP eran los skins racistas.
Por desgracia, los sociólogos tampoco han aportado la luz necesaria a este proceloso e intrincado ámbito para ellos. Sin plantearse ni de lejos la posición de observador-participante (esta figura la suele impostar algún proyecto de vocacional periodista de guerra al que envían provisto de una cámara oculta a los mataderos más diversos) han ventilado sus análisis sobre las subculturas juveniles remitiéndose a un cóctel de teorías de cariz antropológico y sublimaciones freudianas. Para escribir un capítulo introductorio resulta aceptable, pero la tozudez de la realidad exige mayor rigor y acercamiento al objeto de estudio. Y menos prejucicios. Naturalmente, no se puede hablar con propiedad de rockers sin asistir a sus conciertos, de ultras sin pasar por las gradas de animación ni de bakalas sin un poco de convivencia con ellos en las discotecas y parkings adyacentes. Una sociedad acrítica por definición y prisionera del culto a la imagen característico de la videocracia imperante hace el resto y como resultado obtenemos una muestra difusa de artículos a vuelapluma de periodistas sabelotodo, eclécticos dossieres de urgencia y mínimo rigor y amarillistas reportajes audiovisuales para epatar al burgués, es decir, a ese telespectador al que se presume como ideológicamente decente desde posiciones conservadoras.
No obstante, existe la posibilidad de eludir este marasmo y acaparar algunos conocimientos válidos sobre la materia. Sin ir más lejos, se puede recurrir al ameno e introductorio libro El ritmo de los tribus de Pepe Colubi. Y de paso, comenzar a reflexionar sobre este fenómeno concediéndole un papel de correlato a la evolución de las tendencias musicales de la juventud.
Una buena manera de empezar a vestirse por los pies.

sábado, 10 de octubre de 2009

Nascut el 9 d´octubre


“Va ser fa molts anys. Hui encara escolte les seues veus ressonant pels carrers. Estaven Joan, Adrián, Carles, Manuel i eixe xic que vivia al cantó de la plaça... sí, crec que li deien Alejandro. El meu millor amic era Jorge. Convertíem el barri en un camp de batalla i somiàvem que algun dia seríem homes...”

La mare va cridar Roc Gomis mentre jugava a la pilota amb els xiquets del seu carrer.
Per televisió parlava un home grandot, excessiu en els gestos, en la seua retòrica; en general, excessiu en tots els sentits. El públic de la plaça de bous aplaudia sense reserves i onejava les seues senyeres.
“Anit tinguí un somni, tu parlaves a la multitud i deies grans coses, com ell”, va dir la mare.
Mentre els amics definien els seus somnis, Roc Gomis ja s´havia decidit. En ell començava a brollar una espècie de consciència identitària, encara que no massa perfilada encara.
Ell tenia una cosa clara, volia ser el més valencià.
Així que, amb molta desinformació i la mateixa dosi d´ànim i convicció, prengué part en solitari en una Batalla per la puresa valenciana. Ni els seus pares ni els seues iaios havien participat en eixa Batalla de Valéncia, però ell anhelava victòries i neutralitzar els dissidents.
Que li digueren català era el pitjor insult que podia escoltar.
Ni ell ni els seus amics el suportaven, eixe malson havia d´acabar.
Per què això ens passava a nosaltres i no a altres pobles? Què havíem fet els valencians per a merèixer eixa maledicció?
Prompte Roc Gomis s´adonà que havien altres persones que volien lluitar contra eixe mateix problema que no el deixava descansar en pau. Ell ja els coneixia i coincidia amb ells no només en la seua visió sobre els catalanistes, també els considerava normals i la seua valencianitat no trobava obstacles amb eixe ens superior al qual s´ofrenaven noves i velles glòries.
Però arribaren les primeres ferides i sorgiren els dubtes. Esta Batalla no era debades i tenia conseqüències. Això no funcionava com l´havia pintat el germà major.
Traïcions, discussions, apatia, abandonaments... ni heroïcitats ni agraïment popular, més bé estigma asocial.
Dins del seu escamot havia molts agents dobles, per a ells ser valencià era una qüestió secundària, al cap i a la fi els pagava un exèrcit més gran. D´altra banda, els tancs no acabaven d´aparèixer per Vinaròs i les escaramusses es reservaven per a contenir una irregular milícia local, estrangeritzada a ulls de la societat i nodridora simultània d´un conflicte que agenollava la valencianitat des de Ponent i Tramuntana.
Així que Roc Gomis decidí passar a la reserva, llepar-se les ferides de la Batalla reflexionant alhora i fruir d´una vida de temptacions i hedonisme, lluny de les confusions d´una conjuntura que el seu cervell contemplava com un autèntic atzucac i fingint una certa distància amagada en una pregunta que tornava de tant en tant al seu cap: serà possible definir-se com a valencià sense implicar-se en un conflicte?
El temps lliure li serví per a vore les coses amb una perspectiva més ampla. Per les seues lectures va poder comprovar que tampoc érem un poble maleït. Estes disquisicions es repetien en altres nacions situades a molts quilòmetres de la nostra.
La seua voluntària retirada va ser aprofitada per l´exigua milícia dels invasors aborígens. Amb una retòrica molt ben treballada tractaren de seduir-lo amb un missatge de canvi i unió. Però una cosa no acabava de quallar. Un dels seus líders solia dir que un nacionalisme es defineix per oposició a altre nacionalisme. Curiosament, els emissaris del gran tòtem no tenien clar quina era la seua nació (o manifestaven compatibilitzar dues, igual que els antics companys de lluita espanyolistes) i això no va convèncer Roc Gomis, que seguia sentint-se únicament valencià, encara que ara sí, ja d´una manera més crítica i raonada. Eixe nou esperit, allunyat del dogmatisme i de la violència estructural va ser el que el va fer escoltar els arguments d´uns emissaris que, representaven el vessant més evolucionat d´eixa milícia que començava a eixir de les seues catacumbes però que tampoc oblidava ni les ferides patides a la Batalla ni als seus caiguts en combat.
Roc Gomis no els va fer cas, el seu missatge no el semblava bo per a València, però pensà que podrien ser útils quan tingueren les coses clares perquè no els mancaven ni algunes idees vàlides ni ganes. Això sí, des de la seua Unió d´Ex Combatents, i amb unes ínfules de pírrica victòria, no deixaven de retreure´ls que la Federació estava per damunt de tot i que no es podia oblidar ni el seu projecte ni els que havien lluitat per ella.
Passaren els anys i el nostre protagonista assolí la maduresa. El valencianisme seguia representant una qüestió rellevant per a ell, però no per damunt dels seus interessos personals i tampoc com un aspecte separador de les seus relacions vitals. De fet, els seus cercles d´amistats abastaven tots els sectors ideològics, cosa de la qual s´enorgullia.
La Batalla quedava ja molt lluny per a ell i aprengué a estimar València sense pensar en determinismes i acceptant totes les seues contradiccions com allò que ens ha fet diferents com a poble.
Al cap i a la fi, s´havia fet realitat el somni de la mare, ell parlava davant una multitud agermanada per la creença en una Nació Valenciana lliure i sobirana i que onejava orgullosament senyeres i estrelades tricolors.
Ara sí, era com si tots haguérem tornat a casa.

lunes, 7 de septiembre de 2009

El Marx tardío y la vía rusa



La estructura de este libro contiene diferentes materiales y extractos de escritos que nos ayudan a entender las reflexiones de Marx sobre la Rusia rural y su futurible y particular vía revolucionaria.
El meollo del interés de la obra se encuentra en los últimos años de vida de Marx, en los que se produjo una creciente interdependencia entre sus análisis, las realidades de Rusia y el movimiento revolucionario ruso. Antes de ello, dominaba entre los doctrinarios marxistas el seguimiento casi incondicional de la visión sistemática, dialéctica y materialista de la sucesión de estadios que las sociedades mundiales experimentaban en su tránsito hacia el comunismo, con la “lucha de clases” como motor de la historia. Este guión determinista y unilineal estaba reñido con la heterogeneidad de las sociedades estudiadas por Marx, que ya en 1853 se percató de que existían formaciones sociales cuya evolución se caracterizaba por resultar más estática y no ceñirse a las pautas del modelo unilineal.
Entre estas sociedades “ahistóricas”, relacionadas con el concepto de Despotismo Oriental, se encontraba Rusia, a la que Marx definió como semi-asiática. Junto a algunas características medioambientales, estas sociedades destacaban por la primacía del ámbito rural en su organización social.
Una serie de acontecimientos influyeron en que Marx incidiera importantemente en estos objetos de estudio en su última etapa vital sin necesidad de pasar por encima de sus planteamientos expuestos en el primer volumen de El Capital. En primer lugar, prestó atención a la experiencia revolucionaria de la Comuna de París en 1871, también consideró como enriquecedor el descubrimiento de la prehistoria y la ampliación de su conocimiento sobre las sociedades rurales no capitalistas entrampadas en un mundo capitalista y, a modo de síntesis entre lo anterior, comenzó a surgir su creciente interés por las comunas rurales rusas y la posibilidad de que engendraran una experiencia revolucionaria directa en base a la teoría y la práctica del populismo revolucionario ruso.
Lo dicho anteriormente explica que desde la década de 1870 Marx empezara a centrarse en la vía revolucionaria rusa hasta el punto de acabar rechazando las “teorizaciones suprahistóricas” y evolucionistas de sus escritos en relación a Rusia.
Los potenciales aliados que se retroalimentaron en Rusia de las aportaciones marxianas fueron los populistas. Podemos concretar esta vaga etiqueta definitoria resaltando que el populismo constituye la principal tradición autóctona revolucionaria rusa y que sus partidarios creían en que el atraso diferencial de Rusia respecto a otras sociedades europeas podía ser una ventaja de cara a librar una revolución basada en una guerra de clases que permitiese a Rusia alcanzar un orden más justo sin necesidad de “superar el estadio” del capitalismo. Este movimiento se escindió en diferentes ramas según sus diferentes evoluciones políticas, pero fue el sector representado por el partido Voluntad del Pueblo el que acaparó las simpatías y apoyos de Marx.
Si todavía en 1868 Marx se mostraba escéptico e incluso contrariado al respecto de la relevancia de las comunas rurales en escenarios revolucionarios, en la siguiente década va a comenzar a tenerlas en cuenta por su democracia inherente y opuesta a la alienación capitalista y las jerarquías de privilegios. Surgen en estos momentos dos posibles vías de desarrollo de la realidad de estos medios, la que aboga por su devenir materialista, constatando que es cuestión de tiempo que el capitalismo provoque su decadencia y la que apuesta por instrumentalizarlos como “vehículo de regeneración social”. Marx se encontraba desde entonces más cercano a esta segunda idea y a la aceptación de una multiplicidad de vías de transformación social dentro del marco mundial de influencias mutuas y diferenciales relacionadas con la noción de “desarrollo desigual”.
De todas formas, y contrariamente a ciertas revisiones y opiniones sobre la obra de Marx, no es sostenible la afirmación de la existencia de una “ruptura epistemológica” en el pensamiento marxiano. Este error de percepción es habitual entre las interpretaciones ortodoxas del marxismo como ciencia determinista y deificada y se puede observar en las teorías de muchos de los que históricamente se han identificado como marxistas.
Sin embargo, podemos resumir estas transformaciones en sus ideas constatando que significaban su anticipación de las futuras historias de las sociedades como necesariamente desiguales, interdependientes y multilineales en sentido “estructural”; la consiguiente inadecuación del modelo unilineal “progresivo” para el análisis histórico, así como para los juicios políticos concernientes a la mejor forma en la que puede promoverse la causa socialista; los primeros pasos hacia la consideración de la especificidad de las sociedades que hoy llamamos “sociedades en desarrollo”, y, dentro del contexto temporal en que se fueron gestando, una reevaluación del lugar del campesinado y su organización social en los futuros procesos revolucionarios; un paso preliminar para una nueva consideración de las coaliciones de las clases gobernantes y el rol del Estado en las “sociedades en desarrollo”, y una nueva importancia otorgada al poder socio-político de descentralización dentro de la sociedad post-revolucionaria, en la cual el rejuvenecimiento de las comunidades “arcaicas” puede jugar un rol importante.
En el texto, el autor se remonta a materiales diversos y dispersos para escrutar las variaciones que se van gestando en las teorías de Marx. Esto no resulta fácil, ya que en el ocaso de su vida la producción intelectual de Marx se basó más en la escritura de anotaciones y en el intercambio epistolar que en la publicación de obras. Ello dificulta el análisis de sus ideas en aquellos tiempos, pero sirve también para entender la incomprensión que suscitaron algunas de ellas en los que se reclamaban herederos de sus teorías. Por ejemplo, Haruki Wada nos muestra el impacto que la impresión de que sería posible que Rusia saltara directamente de la propiedad comunal de la tierra al socialismo que manifestaba Chernyshevski causó en Marx.
El filósofo alemán enriqueció su peculio intelectual tanto a partir de las aportaciones que creyó oportunas como de los hechos que la coyuntura ponía sobre el tapete, como demuestra su excitación ante la posibilidad de que la derrota rusa en la guerra con Turquía de 1877 pudiera desencadenar una revolución en Rusia y después en toda Europa.
La intervención en la obra de Derek Sayer y Phillip Corrigan nos sirve también como inciso para recordarnos que en el marco de la complejidad de la cosmovisión marxiana también estaba establecida desde los inicios de sus teorizaciones la comprensión de una “estructura específica del capitalismo atrasado”, aplicable a Rusia y concretada en adelante por su disposición a aprender más de este caso singular. Por ejemplo, su estudio de las formas de la propiedad en Rusia y sus alabanzas a la organización alternativa que supuso la Comuna de París le servirán para oponer en Rusia la comuna rural, por medio de la cual el trabajo podía promover su propia emancipación, a la centralización del Estado en el desarrollo capitalista.
Entre los documentos que testimonian la interacción entre Marx y los populistas rusos, destacan sobremanera las cartas que se enviaron Marx y la activista revolucionaria Zasulich, que quiso que el creador del materialismo histórico orientara a los revolucionarios rusos sobre la vía a seguir para conseguir sus objetivos teniendo en cuenta la vital importancia que el ámbito de la comuna rural iba a representar en sus acciones futuras. La respuesta de Marx fue escueta y clarificadora, aunque el descubrimiento de borradores más extensos y trabajados denota que era un tema que le interesaba tanto que había llegado a documentarse exhaustivamente sobre el mismo con el fin de poder emitir juicios formados acerca de él. Marx contestó a Zasulich aclarándole que el análisis de El Capital no aportaba ninguna razón que pudiera ser utilizada en pro o en contra de la vitalidad de la comuna rusa y que estaba convencido de que ésta era el punto de apoyo para la regeneración social de Rusia, siempre que se le mantuviera libre de las amenazas capitalistas que tendieran a desnaturalizarla.
Esta evolución de las ideas marxianas que ya hemos glosado durante este texto en varias ocasiones se plasmó también en el prefacio a la segunda edición del Manifiesto Comunista, en la que abogaba por la vía rusa como señal para la revolución proletaria en Occidente.
Como complemento al intenso análisis que la obra va describiendo de las impresiones sobre Rusia del Marx tardío, se insertan en su contenido unas notas biográficas de Marx y un breve repaso a las trayectorias personales protagonistas de la tradición revolucionaria rusa coetánea a Marx, firmados por Derek Sayer y Jonathan Sanders, respectivamente.
A continuación, se incluyen también algunas reflexiones sobre el feed-back existente entre el populismo revolucionario ruso de la segunda mitad del siglo XIX y las inquietudes de Marx, acompañadas de textos que apoyan esta relación de enriquecimiento intelectual. De particular interés son los escritos de Chernyshevski que tanto concitaron la atención de Marx. También se citan algunos documentos programáticos y epistolares de la Voluntad del Pueblo, partido populista ruso con el que simpatizaba Marx.
Todo este material que aparece en el libro ayuda a Shanin a sacar algunas conclusiones finales sobre la relación entre las ideas del Marx tardío y la vía revolucionaria rusa. En primer lugar, al autor desecha, por pura lógica, la infalibilidad del marxismo y de sus interpretaciones más dogmáticas como ciencia de la sociedad. En cambio, piensa que las teorías que en el libro se relatan son un ejemplo de la síntesis entre las tradiciones revolucionarias vernáculas y la concepción científica del materialismo histórico. Es decir, una superación crítica del determinismo asociado al marxismo que aleja al ideario resultante de la utopía por su mayor cercanía a la realidad que se estudia.
Mediante estas reflexiones, Shanin define a Marx como un individuo capaz de adoptar y desarrollar nuevas ideas (en este caso sobre Rusia), enriqueciendo sus propios análisis con los de otros y criticándose a sí mismo siempre.
Sin duda, es una calificación que concuerda con el motto favorito del filósofo: de omnibus dubitandum.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Yoyes



Una película muy recomendable para los que seguimos con interés los avatares relativos a conflictos nacionales, terrorismo y demás circunstancias colaterales.
La cinta nos muestra la evolución personal de Dolores González Katarain "Yoyes" a partir de su militancia en ETA durante los años setenta y su posterior exilio en México.
Su regreso a Hegoalde se enmarca en la polémica suscitada en el entorno de ETA por la influencia que puede tener para los intereses de la organización su acogida a las medidas de reinserción ofrecidas por el gobierno español.
El final de la trama es conocido por todos y desemboca en una dramática ejecución durante la celebración de las fiestas de Ordizia.
Paralelamente a la descripción del contexto político que envuelve la acción destacan las nuevas prioridades que se van estableciendo paulatinamente en la vida de la protagonista y que entroncan con una dimensión más íntima que le aleja de la primera línea del frente nacionalista e involuntariamente le enfrenta con ella. Esta metamorfosis está encarnada por una Ana Torrent cuya expresividad no se ha resentido un ápice desde El Espíritu de la Colmena.
En resumen, una historia real que muestra la tensión entre el plano individual y los sujetos colectivos en el marco de los nacionalismos. Si la trama no resultara tan real como destructiva, podríamos espetar que lo antedicho resalta la gran asignatura suspendida del Romanticismo. En la posibilidad de contrastar el visionado de la película con el repaso de la coyuntura política y el universo de costumbres en los que se ha cultivado durante décadas el nacionalismo vasco (tradicional y heterodoxo) reside la auténtica virtud del metraje.
Una buena razón para reflexionar y aprender más sobre uno de esos temas respecto al que tanta gente se permite pontificar sin haber recurrido a fuentes fehacientes.

lunes, 31 de agosto de 2009

Baby I don´t care (Transvision Vamp)


Otro verano más que se acaba y una despedida con un tema que marcó varios de los míos.

sábado, 29 de agosto de 2009

¿Freaks?


De un tiempo a esta parte el término freak lo acapara todo.
Freak por aquí. Freak por allá.
Se ha convertido en una especie de idea-fuerza, de concepto contenedor que se usa sin ton ni son y sin el más mínimo decoro.
Al fin y al cabo a nadie ha de sorprenderle si tenemos en cuenta que las nuevas generaciones se comunican con poco más de una centena de palabras.
Conviene, sin embargo, bucear en la genealogía del vocablo para contemplar la degeneración del mismo por estos lares. Lejana queda ya la película Freaks La parada de los monstruos, que dio origen a todo un subgénero cinematográfico que tenía como piedra angular los seres deformes y extravagantes. La utilización como muletilla del término entre el hippismo le confirió también un carácter más popular, ante el estupor de muchos observadores. Finalmente, los cómics de los Freak Brothers de Gilbert Shelton supusieron una consolidación del concepto, personificado en tres holgazanes y un gato cuyas máximas aspiraciones estriban en procurarse estupefacientes y mantener una existencia disoluta y despreocupada. Visto así resulta tentador y parte de esta influencia se recibió por la piel de toro a finales de los noventa. Cabe destacar que Andrés Calamaro incluyó una canción titulada como Freaks en El Salmón o que el grupo guía de la curva de la Ternana se llama Freak Brothers.
No obstante, pronto se empezó a corromper la significación de la palabra al comenzar a emplearse masivamente por parte de los medios de comunicación. Del irónico y gracioso legado de los sesenta pasamos a la manufactura de una etiqueta tremendamente invasiva y peyorativa. Freak se convirtió en un insulto directo y en una manera de catalogar la diferencia asocial, pero sin la valentía de su utilización primigenia. Ahora se espetaba cobardemente como desprecio, otra forma más de proyectar indirectamente miedos y defectos, complejos en suma.
Olvidando que detrás de todos los calificados como freaks se encuentran personas y mostrando la deshumanización de una sociedad cada vez más inmoral e ignorante.
No resulta, por tanto, paradójico que donde más mofa se hiciera de los freaks (e incluso de los impostores de freaks) fuera en el plató de Crónicas Marcianas, con un público preso de modas estéticas y cánones de la manipulación predispuesto al linchamiento catártico propio de una sociedad tan superficial como envilecida.
En fin, como decía la letra de la canción homónima:

El espejo me explicó
el monstruo verdadero soy yo,
el monstruo verdadero soy yo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Telecincopatía



No pienso profundizar en demasía sobre la hipocresía de una cadena que se jacta de dedicar los meses a diversas causas sociales para paralelamente dar cobijo en sus programas a toda suerte de pendones, maltratadores, oportunistas, vagos y maleantes de sus pioneros reality shows y fast thinkers y free riders en general.
Como cada cual hace con su capital privado (y con su moral) lo que le da la gana, mi único cometido de llenapáginas en este post estriba en acopiar un poso de información sobre lo que significó Tele 5 a principios de los noventa.
Dicen que la memoria es selectiva. Pero en mi caso también es un poco hija de puta. Lo pueden comprobar leyendo a posteriori el repertorio de personajes y programas que ha conseguido atrapar, merced a algún trauma infantil.
Sin embargo, se impone un primer análisis de paradigma y contexto. Después de haber consolidado el funcionamiento de sus instituciones democráticas un país se puede lanzar a objetivos un tanto más postmaterialistas y superficiales.
Pasada esa época de necesidad nacional lo superfluo se ha de barnizar con una estética. Aquí siempre hubo tradición autóctona, entroncando con el esperpento, pero se decidió aliñarla con un ingrediente italiano.
Existen diversas maneras de italianizarse y, obviamente, no todas generan buenos resultados. No suele resultar seguro vivir en un país con un parlamento fragmentado y polarizado hasta el extremo. Tampoco se contempla como grato sufrir los rigores de un territorio desequilibrado en el que siniestras organizaciones clandestinas sustituyen al Estado en el sur profundo.
Una conversión con consecuencias menos dramáticas consiste en adoptar la telegenia transalpina. Italia nos exportó así un modelo televisivo que nos iba a situar entre las auténticas sociedades postindustriales avanzadas de Europa. Sin más, al ritmo de las Mamma Ciccios y Cacaos Maravillaos como prototípicas belinas contoneándose conforme a los movimientos del zoom de Valerio Lazarov.
Por entonces nos hacía cierta gracia ese magnate que estaba a punto de conseguir arrebatarle el cetro de las Copas de Europa al Real Madrid. Lo de Forza Italia nos sonaba simplemente a lema de apoyo a la azzurra.
Pero dejemos atrás modelos más propios del Show de Truman para adentrarnos en la fastuosa programación de Tele 5 a principios de los noventa.
Igual que el Milán supuso el trampolín político de Berlusconi, la piedra angular de todo aquel imperio mediático hispano-italiano era Natalia Estrada, líder de la Sección Femenina. Como corte de honor, no podían fallar otras presentadoras y modelos de la época como Arantxa del Sol, Coral Bistuer, Inma Bunton, Rita Irasema o Loreto Valverde, con sus histriónicas risotadas.
Emilio Aragón capitaneaba la división varonil desde un prisma polifacético (Cuidado con Paloma que me han dicho que es de goma!) junto a galanes como Bertín Osborne (piripi y repantigado en el sofá de Contacto con Tacto), Andoni Ferreño y Agustín Bravo.
Entretanto, las cabezas pensantes de la cadena perpetraban programas como VIP Noche (famosos encasillados en una especie de panal, todo un precedente de Furor e hitos similares), Humor Amarillo, Telecupón (jugando a Hugolandia desde el teléfono bajo la dirección de Carmen Sevilla) y La Máquina de la Verdad (sin querer tampoco abusar del humor negro, q.e.p.d).
A modo de Olimpiadas de los PIGS (Portugal, Italy, Greece and Spain) se organizaban unas competiciones de juegos acuáticos de lo más surrealistas. A esta orilla del Mediterráneo descubrieron con grandiosa devoción más tarde que aquellas modernas naumaquias podían servir para publicitar las cualidades turísticas de ciudades como Rimini. También se les dejaba participar en aquellos juegos para que pusieran la nota de color a vestigios de los antiguos imperios coloniales como Macao o potencias deportivas como San Marino.
No vayan a creer que no había sitio para el debate en la parrilla. De ello ya se encargaban José Luis Coll y Jesús Vázquez en "Hablando se entiende la gente" y "Hablando se entiende la basca", respectivamente.
Los deportes corrían a cargo de Manolo Escobar en el sublime "Goles son amores". Aparte de somníferas retransmisiones de encuentros históricos emitidas en la madrugada (al menos aquí no tenías que escuchar los gallos eufóricos y desgarrados de J.A de la Casa con el gol de Señor y las magnas gestas de "La Roja" (no sé cómo se les ocurre llamarle así a una selección tan "Nacional") de antaño), Tele 5 sólo se apuntó en sus primeros años a retransmitir con profusión los encuentros de aquella inolvidable escuadra que fue el Sevilla de Maradona.
También era el único canal estatal que emitía boxeo. A mí no me gustaba, pero me entretenía verlo con mi abuelo y me caía bien el cachondo de José Legrá con sus risas incontenibles.
Todo este sistema de valores televisivo encontró su culminación cenital en un programa tan magnánimo, tan providencial como Gil Superstar. Pepe da Rosa Junior y Jordi LP (la cuota de la minoría catalana siempre ha de estar presente) ponían la nota de humor en la Corte de un Ser Superior que aparecía retozándose en una piscina junto a esculturales féminas en bañador.
Aquel estilo marbellí (epifenómeno de una España de Cavalieres que recitan canción ligera en cruceros al uso), adobado por actitudes parafascistas y de culto a la personalidad, sí que entrañaba terribles riesgos para la seguridad de una democracia joven.
Tantos como para que incluso izquierdas y derechas se pusieran de acuerdo para poner fuera de la circulación modelos que podían convertir a España en un enorme mando a distancia controlado por algún dictador de nuevo cuño con eterno bronceado, sellos de oro y un caballo como asesor.
Grazie per niente Tele 5 (bueno, sí, por Campeones y Superguay)!

jueves, 13 de agosto de 2009

Grandes fiascos del fútbol hispano (II): Real Madrid



Los Ye-yés, Los Garcías, La Quinta del Buitre, Los Galácticos y ahora parece que son Los Divinos.
El imperio mediático que gravita en torno a ese locus político de las Españas que es Madrid siempre ha buscado un pseudónimo que sonara a conjunto de pop hispano sesentero para glorificar a las plantillas del Real Madrid llamadas a reverdecer esos viejos laureles apergaminados entre cantinelas del NO-DO y hectómetros de rojigualdas.
Pero no es oro blanco todo lo que reluce por los alrededores de Concha Espina y he aquí un humilde cronista que ha visto más fútbol del que debería para inventariar el lumpen de estos Tercios de Flandes (Vázquez Montalbán dixit) de la modernidad.
Ahórrense lo de si Bernabéu levantara la cabeza porque ya está tan gastado que no viene a cuento.
Me remito nuevamente al inicio de los noventa, génesis de mi memoria futbolera, para datar la sentencia de muerte de La Quinta del Buitre a partir de los aciertos del FCB en el star system de los 3 extranjeros al tiempo que el RMCF se hacía con los servicios de Pedrag Spasic.
Bien es sabido que los centrales son examinados con lupa en el coliseo madridista. Al principio el bigotudo leñero carioca Ricardo Rocha generaba simpatía entre los parroquianos. El graderío (fondo sur mediante) vio cómo se transplantaba repentinamente el espíritu de Goyo Benito, pero sus goles en propia puerta en Turín (eliminación de la Copa de la UEFA coincidente con el día de la muerte de Juanito) y Tenerife le hicieron caer en desgracia. La tradición de centrales malditos la continuarían cíclicamente futbolistas como Karanka, Samuel o Woodgate (all right now!).
Cuando las leyes ligueras decretaron que se podía fichar un cuarto extranjero en el Bernabéu apostaron por Vitor, un lateral brasileño de color cuya aportación al equipo fue insignificante, tanto que me siento como una especie de arqueólogo deportivo nombrándolo en este texto.
El infortunado Dubovsky fue el siguiente en probar suerte en esta travesía del desierto sólo interrumpida por la última Copa del club, conseguida por el otrora seleccionador valenciano Benito Floro. El eslovaco llegó con la vitola de Bota de Oro y, para colmo de las desgracias, su único gol liguero en la temporada 93-94 se lo endosó al VCF, aquella noche en que jugamos de fucsia y unos linieres sin compasión se cargaron la carrera europea de Aristizábal friéndolo a fueras de juego.
En este sentido tampoco hay que olvidar la particular maldición del nueve madridista. Esnáider sólo se apuntó una diana en su segunda etapa en el Bernabéu y el club tuvo que probar suerte a posteriori con killers del área como Canabal o Congo. En una arriesgada maniobra geoestratégica los madridistas otearon los Balcanes y apostaron por cracks como Baljic, "Rambo" Petkovic y Ognjenovic.
A veces, cuando todo falla, tendemos a refugiarnos en el terruño, pensando que sus efluvios panteístas nos sacarán de las maldiciones inmemoriales que nos aquejan. A la cantera blanca también hay que agradecerle la producción de talentos inolvidables en esto del balompié como el chuleta Jaime, Rubén, Dorado o Pavón (con diferencia, el peor defensa de la historia de la laureada entidad, a algún genio se le ocurrió convertirlo en una especie de imagen de marca).
Desgraciadamente, la continuidad de Casillas frena la incorporación de guardametas de nombres tan melódicos como Albano Bizarri y nos priva de disfrutar de sus actuaciones. Entretanto, tendremos que conformarnos con la proyección ofensiva que nos han ofrecido perlas como Cassano, el inédito Faubert o el, esperemos que duradero, Drenthe.

sábado, 8 de agosto de 2009

Yes he could


Seguramente no nos encontramos en una época de grandes respuestas.
Las cosmovisiones omnicomprensivas se han ido a pique como refugios salvíficos de unas masas que apuestan por un escepticismo relativista, al menos en lo que llamamos primer mundo. Por el sur aún quedan ingentes contingentes de seguidores de toda suerte de totalitarismos y fundamentalismos.
A pesar de lo dicho pienso que nos podemos congratular con la elección de Obama, aunque lo afirme a toro pasado. No, yo no me considero presa del buenismo que embriaga en esta cuestión, como en tantas otras, a la gran mayoría de medios de comunicación españoles. Con práctica unanimidad se decantaron por el que fuera antaño senador por Illinois de una manera abrumadora y olvidando a menudo la prioridad de lo objetivo y lo noticiable. Nada nuevo bajo el sol, pero resulta comprensible ante los errores de bulto de la administración Bush y su, como diría Borat, Guerra del Terror, una estrategia de odio exportable a gran escala que ha hecho del mundo un lugar más polarizado e inseguro. Como justificación opinable por la actuación de la prensa podemos señalar que los republicanos ofrecían más de lo mismo con Mc Cain y un retrógrado anexo de la mano de Palin.
La posibilidad de que la negritud tuviera por primera vez un presidente estadounidense de su raza propició que de pronto, como a posteriori hizo Chávez, el mundo empezara a "enviar señales al hombre negro". Esta nota de color político no me entusiasma, aunque cabe reconocer que también acapara su importancia no sólo mediática a nivel de hito sino, lo que es más relevante, por lo que significa como bastión higiénico e integrador.
Por estos lares se decidió en las cúpulas de los mass media que ya las primarias demócratas se introdujeran (incluso casi por encima de las elecciones presidenciales) de lleno en nuestra agenda. Soslayando ese tópico relativo a que todos los humanos deberíamos poder votar por el futuro presidente de EE.UU. por la influencia que este nombramiento tiene en nuestras vidas, al final tuvimos la impresión televisiva (todo lo que queda fuera de la caja tonta, siguiendo además el modelo de americanización-espectacularización de la realidad, directamente no existe) de que quizás votaríamos allende el Atlántico y no para dirimir tantas normas que nos afectan directamente y que se cuecen entre Estrasburgo y Bruselas.
La expectación resultaba notoria y, en ese sentido, podríamos hablar de Obama tal vez como el primer líder político auténticamente global. De hecho, su staff de asesores ya demostró un notable conocimiento de las nuevas redes de intercomunicaciones, usándolas con extraordinario tino tanto para recabar financiación para las primarias como a posteriori en la campaña electoral.
Con estos credenciales y el transcurso de un prudente tiempo de cortesía para analizar la valía de las políticas de Obama me atrevería a considerarlas a priori como positivas, cuando menos esperanzadoras.
Si, por una parte, Barack Obama contó con un respaldo contundente por parte del electorado que le facultaba para actuar con confianza y contundencia; se ha de tener también en cuenta que los gajes del oficio de un presidente de EE.UU. se hicieron patentes desde sus primeros días con una nueva vuelta de tuerca del conflicto palestino-israelí para ponerle a prueba y la necesidad de remontar las condiciones leoninas de una crisis económica de carácter apocalíptico.
Una de las primeras decisiones del dirigente estribó en tratar de restañar una de esas heridas infames por las que se desangra la condición humana, la prisión de Guantánamo. Resulta obvio que su contribución al horror represivo mundial es mínima si se compara con los genocidios al uso, pero no es menos cierto que, cualquier democracia que se precie de respetar las convenciones de Derechos Humanos ha de empezar por eliminar estos reductos de miseria. Si Obama quiere recoger el guante soñador de Luther King, podía empezar simplemente con plantearse a medio plazo la ensoñación de un país sin pena de muerte y con una regulación homologable respecto a las armas de fuego. Pero esto es harina de otro costal.
Obama también ha dado un necesario volantazo en relación al inestable avispero en que la administración Bush convirtió Irak. A costa de poner fuera de la circulación a un siniestro tirano se ha propiciado improvisadamente un campo de entrenamiento para el terrorismo yihadista de diverso signo. Y lo que es peor, un caldo de cultivo, un nuevo memorial de agravios antioccidental del que se alimentan resentidas para crecer con inusitado vigor las ideologías totalitarias de la zona.
Por fin un presidente estadounidense tiene la valentía y la dignidad de castigar o al menos poner en tela de juicio los desmanes de unas tropas que, en ocasiones, se han entregado a una barbarie que les invalida como representantes de Occidente.
Por último, y los últimos resultados parece que así lo atestiguan, las complicaciones iniciales en la cuestión económica ya van dejando paso a perspectivas más optimistas. Políticas como las de condicionar las ayudas a la industria automovilística a la remoción de los empresarios que generaron sus crisis demuestran que se va superando la connivencia entre ciertos jerifaltes industriales y el anterior gobierno.
En síntesis, opino que el balance de los primeros meses de Obama como presidente se puede considerar como más que satisfactorio, especialmente si nos atenemos al cambio de un modelo autoritario y de aislamiento de bloques por uno más abierto, tolerante y multilateral. Teniendo en cuenta los condicionantes a los que se enfrenta el protagonista podríamos afirmar que ha empezado con buen pie.
Como me siento un tanto ruborizado y desacreditado hablando de política internacional de altos vuelos en este humilde blog he decidido ilustrar el post con una imagen del alter ego valencianista de Obama, un chico que también va consiguiendo sus objetivos esquivando dificultades a priori insalvables y haciendo valer un talante afable, emprendedor y laborioso.

viernes, 7 de agosto de 2009

Boogie Nights



Lo primero que me viene a la cabeza de este filme es la escapada con unos amiguetes del instituto en plena pubertad para verlo en el cine. Alguien había escuchado que trataba sobre porno y tal y después de un soporífero cumpleaños aburguesado no nos lo podíamos perder y necesitábamos impostar un poco de rebeldía hormonal.
Años después comprendo mejor que nunca esa ansiedad y, aparte, aprecio el valor entre lo documental y lo moralista de esta película.
Boogie Nights nos relata de forma entretenida los albores de la industria pornográfica en Estados Unidos a partir de la historia de Eddie, un chico con un horizonte vital aparentemente gris, pero que, secundado por un falo descomunal, tendrá la suerte de conocer en una discoteca de moda al director de cine Jaca Hormer para convertirse a posteriori en el icono de la escena Dirk Diggier, una cegadora estrella del porno.
Se establece entonces una simbiótica relación entre este cineasta con vocación artística y un elenco de actores que generará una prolífica producción. Sin embargo, las trayectorias de los personajes no se encuentran exentas de contradicciones y problemáticas, sufriendo especialmente cada uno de ellos cuando contrastan los estereotipos de sus profesiones con las vicisitudes que les plantea la vida fuera de los platós y del microcosmos porno que se mueve alrededor de Hormer.
Los primeros ochenta y la eclosión de la cinta de vídeo y los cambios en la industria pornográfica a ella asociados entroncan con la primera crisis de identidad de todos los personajes de la trama. A nivel genérico, por la estandarización fordista del producto; a nivel particular, por las erráticas vivencias del elenco.
No obstante, este declive y sus nefastas consecuencias se palia en parte gracias a la refundada unión de unos personajes que en solitario dan rienda suelta a una serie de confusiones y frustraciones, pero que actuando como un equipo crean unas sinergias sobreprotectoras en las que radica su éxito.
En líneas generales, más allá de las historias personales, el mejor activo que observo en la película estriba en la plasmación comprensible, diacrónica y descarnada en ocasiones del primigenio porno estadounidense.

martes, 4 de agosto de 2009

Autosuficiencia (Parálisis Permanente)


Vamos a tomarnos las resacas veraniegas con un poco de humor, rebeldía y estilo.
Dedicada a todos los que nos quedamos de rodríguez durante la canícula, sin ir a la playa pero amortizando las noches.

lunes, 3 de agosto de 2009

Del Estado del bienestar al Estado del malestar


Este libro de Ramón García Cotarelo realiza un exhaustivo repaso a las diversas articulaciones y teorías que se han suscitado alrededor de la polisémica noción de Estado social, la cual también ha recibido otras denominaciones, según en qué cualidad de este tipo de Estado se pusiera el énfasis.
Cotarelo distingue durante el decurso de su redacción dos partes antagónicas conceptualmente, pero imbricadas históricamente, como no puede ser de otra forma cuando el objeto de estudio a tratar es un concepto tan complejo y dinámico como el Estado social. La primera de ellas tiene su punto de partida en las transformaciones y decisiones que configuraron las estructuras de los Estados capitalistas occidentales después de la II Guerra Mundial y representa una etapa de implantación y apogeo en la evolución histórica del Estado social, mientras que la subsiguiente fase, que el autor denomina de crisis, se comienza a vislumbrar con más claridad a partir de la crisis económica prolongada que se inicia en 1973/1974, aunque sus causas se estaban larvando y manifestando ya desde mediados del siglo XX. Ambos períodos serán estudiados de forma sistematizada por el autor, que establecerá su crítica sobre ellos teniendo en cuenta los enfoques sociológico, politológico, jurídico y económico, lo cual nos recuerda que el concepto de Estado social de derecho es inaprensible en toda su riqueza de matices si no se analiza desde un enfoque pluridisciplinar.
Una primera aproximación desde teorías sociológicas a la organización social del Estado que supone nuestro objeto de estudio nos patentiza que en ella se juzga a los seres humanos por el status que alcanzan y la posición que tienen, siendo el éxito y el reconocimiento social los máximos anhelos individuales, aun a costa de ciertas disfunciones en las relaciones personales, merma de la solidaridad del grupo y debilitamiento de vínculos sociales de otra índole. Esta descripción se completaría con la adición del concepto de rol, ligado a los comportamientos y actuaciones de los individuos en determinados sistemas sociales. Otros puntos a destacar del Estado del bienestar por parte del enfoque sociológico serían la constatación de procesos cambiantes e inseguros, la segmentación grupal y organizacional de la sociedad, que se nos revela como más atomizada que plural, y la intrusión estatal en determinados contextos sociales.
En lo concerniente a las influencias políticas, el autor remarca la relevancia de algunos pensadores socialistas y socialdemócratas en la elucubración de ideas que posteriormente serían constitutivas del Estado social, aunque ello contraste con que por razones ligadas a la estructura de oportunidad política fuera un partido demócrata-cristiano el primero en introducir en su país un programa digno de encuadrarse como definitorio de un Estado social. Tampoco es desdeñable la importancia de la situación internacional, ya que no es disparatado considerar al Estado del bienestar como una respuesta del capital a los movimientos obreros y al ejemplo del socialismo soviético. Al oeste del Telón de Acero la instauración de esa nueva forma de organización política que era el Estado del bienestar fue concebida como una necesidad generalmente sentida en la segunda postguerra mundial. En lo relativo al desarrollo científico, descolló la asimilación de las concepciones tecnológicas al análisis político.
Al escrutar los mecanismos jurídicos del Estado del bienestar, alcanza su punto más profundo el problema de la “crisis de legitimidad” contemporánea de este tipo de Estado, por la situación tensa que se da entre un principio de legitimidad admitido (el bienestar) y una legalidad que parece oponérsele. Desde el momento en que se hizo inevitable la positivización jurídica de determinados enunciados económicos y sociales, el propio derecho estaba obligado a generar unos mecanismos de cautela y prevención, protección y reposición que configuraron parte esencial de ese edificio legal que había de acabar enfrentado al principio de legitimidad. Pero, por otra parte, esta articulación del Estado de derecho no puede quedarse anclada sólo en su faceta formal, sino que ha de vincularse en sentido amplio con el respeto y protección de la dignidad humana, evitando también tendencias disfuncionales como la que se manifiesta en la habitual posición de preponderancia sobredimensionada del poder ejecutivo sobre el legislativo.
Por lo que respecta al siempre conflictivo y complejo principio de igualdad, el autor lo considera vinculado a la consecución de la igualdad de oportunidades materiales. Esta concepción necesitará el complemento dinámico que deberá aportar la Constitución como motor de transformación que implicará la intervención estatal.
Pasando a la vertiente económica del Estado social, no es descabellado afirmar que su esencia acarrea la necesidad de que lo político y lo jurídico se subordinen a las exigencias del desarrollo económico. Esto conlleva problemas, como que en su evolución, la economía, pone a su servicio el aparato político y jurídico del Estado, lo que implica probablemente, cierta perversión de la estructura de la sociedad capitalista que requiere –al menos en el terreno ideal- la neta separación entre ambos órdenes a fin que el económico no caiga en la tentación de servirse de los medios coercitivos del Estado. En la faceta económica es imprescindible señalar la significación de Keynes y sus teorías como influencia básica en el vínculo entre el Estado y la economía. También destacan las ideas de Schumpeter acerca del carácter autodestructivo del capitalismo.
Precisamente, en el terreno económico encontramos los primeros síntomas negativos que afectarían al Estado social, ya que en contextos de recesiones económicas fuertes el Estado se ve obligado a expandir su actividad en condiciones de reducción de ingresos, teniendo entonces que elegir entre una política monetaria expansiva, que alienta la inflación, un déficit público galopante, que contrae el gasto público o una mayor carga fiscal, que atenta contra el ahorro y la inversión y fomenta el fraude. Todo ello incide de modo negativo sobre el principio de legitimidad que da uno de los nombres al Estado social: bienestar.
Toda la segunda parte del libro de Cotarelo muestra un especial interés por el enfoque económico, que eclipsa, a pesar de la vocacional perspectiva holística que el autor imprime a su trabajo, al resto de enfoques, puesto que la crisis del Estado del bienestar es una crisis económica y, como tal, materia de teoría económica. En relación con las teorías económicas que plantean soluciones a la crisis, destacan por su carencia de realismo las argumentaciones marxistas y por su frontal oposición al actual modelo de Estado y su demanda de desmantelamiento del mismo las que esgrimen los liberales conservadores, que se pronuncian directamente en contra de la protección del derecho de igualdad por parte del Estado.
A pesar de todo lo dicho, Ramón García Cotarelo afirma que el mantenimiento de la legitimidad residual del Estado del bienestar y la falta de alternativas razonables aconsejan contribuir en la medida de lo posible a consolidar esta difícil forma de Estado en la que tratan de conjugarse los principios de igualdad y libertad.

domingo, 2 de agosto de 2009

Opositeu, opositeu, que el món s´acaba


Entre els desajustos de l´economia mundial i la crisi dels 27 (per dir una de tantes de les quals m´afecten) m´he vist abocat a un àmbit a priori terrible i que apareixia com a decartat a totes les meues perspectives un tant ingènues de bon vivant.
Les oposicions.
En el meu descàrrec, no sé per què collons sembla que m´estiga disculpant per una cosa tan normal, he de dir que no me considere (i ho he demostrat) un opositor ni strictu sensu ni a l´ús. Ni molt menys regular, que sembla que és un requisit indefugible en el marc de l´espècie.
Sense vocació i ignorant pràcticament tot des del principi fins al final del procés, el cas és que l´he completat. I amb un resultat prou satisfactori. Un aprovat que em permet aconseguir l´objectiu d´entrar a una dinàmica borsa de treball que més tard o més prompte determinarà alguna substitució que ajude al meu precari inseriment laboral.
Estem, puix, d´enhorabona, ja que començant de forma quasi improvisada en gener (sembla que la majoria del personal enceta la seua preparació al setembre) i sense iniciar l´estudi de veritat fins que el por arriba rebassades ja les Falles s´ha assolit un resultat més que digne. Tot i que no s´ha variat un modus vivendi totalment contrari al manual anacoreta del bon opositor i que el mètode emprat no ha diferit del gloriós de l´institut. La responsabilitat i la inspiració (i la sort) arriben com a agraïdes muses sempre a última hora.
Ha passat relativament poc, però lluny queden ja les infumables classes de quatre hores amb descans, conceptes tan escassament atractius com programació didàctica o competència bàsica i la decepció per vore com l´administració tracta amb espectacular i alhora rutinitzada desídia uns processos en els que molta gent es juga part del seu futur professional.
Sortosament, jo em presentava sense molta pressió i com participant d´un més dels projectes variats que es posen en marxa de cara a trobar opcions laborals. Òbviament, no volia que l´oposició em dominara a mi, i me n´alegre perquè he vist autèntics drames en este terreny.
Ara ja no vull parlar més d´esta oposició, no ha sigut tampoc plat de bon gust, tot i que estic molt satisfet i no he alterat pràcticament les costums, a priori altre èxit, encara que en eixe aspecte ja no sé què pensar, tal volta això seria matèria d´un debat més complex i instrospectiu.
De moment, esperaré que m´arribe alguna oferta d´El Mundo Televisión i així exportar estes trepidants aventures en un format entre el documental de combat i el reality show.
Si presenta la Milà ja podria ser del més entretingut.
Sense més remei, fins l´any vinent!

miércoles, 22 de julio de 2009

Rapiñaires


Evocadora palabra con sufijo occitano para connotar la realidad siniestra que evoca nuestro fútbol en su concepción más autóctona.
El águila ya no se lanza sobre el escurzón como en la bandera mexicana por temor a que la ajusticien los sicarios en medio de una balacera de narcos. Ahora otea horizontes más seguros para la razzia y se dirige en busca de murciélagos heridos, hacia una tierra que todos llaman La Comunidad, como si fuera una escalera del vecindario con su reunión mensual para saber si instalan el Canal Satélite o arreglan de una vez el ascensor.
Es un animal transparente a primera vista, pero sólo porque se presta a que lo coloreen, preferentemente de verde dólar o de un tono más amarronado relacionado con dudosas inversiones allende los mares y bajo paradisíaco secreto. En todo caso, su capacidad mutante le permite como al camaleón de King África (para lo malo también estamos en verano) cambiar de colores según la ocasión.
Faroleros de su particular Vida Abismal, versátiles mandamases que recorren hábilmente el espectro político de izquierda a derecha y la peor colección de sujetos altaneros y negociantes con pintas a caballo entre El Bigotes y Mauricio Torrente y que en mis peores pesadillas prejuiciosas deberían llamarse Ginés Pacheco y haber nacido en Alcantarilla-Murcia.
El dinero viaja rápido por los medios telemáticos y si nunca tuvo patria, ahora menos. Si el presente y el futuro es de las transnacionales, los profesionales de la estafa no se pueden quedar al margen e izan orgullosos la bandera de Trinidad y Tobago u otros territorios análogos.
Los triunfos de hoy esconden y engendran las crisis de mañana y el personal no se entera o lo consiente porque en un ámbito abonado al panem et circenses han invertido los valores deportivos en favor de otros económico-mediáticos.
Sólo así se entiende que los futbolistas de un filial que han logrado ascender a segunda división celebren tamaña gesta pensando en que unos aborígenes con papada aflojen la chequera al grito de "prima doble, oé!".
En fin, una pena que el fútbol cada vez más, sea asín.

domingo, 19 de julio de 2009

El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo


De todos es sabido que los pijos (o los que aparentan serlo) constituyen una insufrible especie existente desde los inicios de la humanidad.
Allá donde hubo dinero germinaron ellos y su peculiar estilo de vida, fundamentado en la superficialidad, la ostentación y, en general, la nadería.
Son una tribu urbana a tener en cuenta por su rancio abolengo y porque su origen no se haya ligado a formas de expresión musical ni a ninguna explosión juvenil en particular.
Dos monstruos del costumbrismo que saben perfectamente los roles que ejecutan porque se nota que han psiconalizado con el gracejo que da el dominio del esperpento a toda una suerte de personajes de los más variados pelajes tenían el cometido de emular el way of life pijo: Santiago Segura y Javier Gutiérrez. Con el inestimable complemento de otro todoterreno de la interpretación como Pilar Castro.
El resultado, aparte de una interesante adaptación de Movida en el Roxbury, es uno de sus productos que exasperan a los críticos de cine y que a mí ni mucho menos me disgustan.
Huelga decir que se profundiza en tópicos, muletillas y estéticas cargantes y baladíes, pero no podía ser de otra forma tratándose de pijos. De hecho, la risa que profieren sistemáticamente los personajes no tiene otro objetivo que sacar de quicio al espectador.
A mí esos ingredientes de histrionismo me parecen tan brillantes como necesarios.
Al fin y al cabo, Borjamari y Pocholo nos descubren (e incluso se rebelan a su manera contra ellos) muchos de los vicios y defectos de la actual sociedad de consumo, reproducibles desgraciadamente en ocasiones por muchos de nosotros de maneras más o menos patentes o subrepticias. Lacras, por otro lado, perfectamente encarnadas por Pelayo Snow, antagonista de Borjamari y Pocholo fielmente interpretado por Guillermo Toledo, todo un experto en dar vida a personajes especialmente odiosos.
Los hermanos serán dos pijos insoportables, pero al final hasta se dan cuenta de que lo que verdaderamente importa es la personalidad y no el qué dirán, aunque para descubrirlo requieren de diversos puntos de inflexión que pongan en tela de juicio sus cambiantes mundos interiores.
Y siguiendo esta reflexión, aquí no va a haber vergüenza de ningún tipo a la hora de loar esa banda sonora tan apropiada compuesta por temas de Duncan Dhu, Mecano, Modestia Aparte, F.R. David y Álex y Christina, dejando claro que no me gusta el tema de Álex Ubago incluido en ella, aunque resulte muy adecuado para su secuencia, que no todo el monte es orégano.
En resumen, una película realmente pertinente para los que corremos el riesgo de quedarnos también toda la vida en El Aguacates.

sábado, 18 de julio de 2009

Vivimos tiempos confusos



Tuve un profesor de Sociología, un tipo brillante, que solía espetarnos esa frase. Como una catarsis profética. Quizás aún no sabíamos bien a qué se refería en aquellos tiempos primerizos de universidad, pero lo intuíamos.
Reiteraba la sentencia con tranquilizadora convicción y la enmarcaba en ese proceso histórico que nunca se detuvo, pero que en aquellos momentos aparecía ante nuestros ojos como relativamente novedoso.
La globalización. O la mundialización, si prefieren la terminología francesa.
Cómo íbamos a ser ajenos a un acontecer dinámico que ya mostraba sus consecuencias desde tiempos del Imperio Romano, cuando la captura de fieras para los juegos de sociedad de la urbs ya propiciaba los primeros desequilibrios ecológicos en ciertas regiones. No tanto como en la URSS, pero los efectos se percibían.
Pensar globalmente, joder localmente. La lógica parece que no ha variado.
Afortunadamente, siempre hubo personas que supieron captar esta realidad compleja y nos facilitaron claves para su comprensión. Gente como aquel profesor que, añorando las semillas de tantas revoluciones nonatas y constatando la mediocridad de las "realmente existentes", nos incitó a pensar sin corsés ideológicos que estancan la inteligencia.
Con una aparente asepsia estética de corte oriental y desde el Círculo de Viena a la Escuela de Frankfurt, un cúmulo de referentes amalgamado por una personalidad excepcional.
Aunque parezca un tanto increíble, empecé a escribir este texto queriendo hablar de fútbol y al final improvisé un homenaje.
No soy nada mitómano, pero ejercicios de reconocimiento son útiles y pertinentes en ocasiones.
Mientras que él estará seguramente disfrutando de sus últimas lecturas a mí me toca seleccionar ahora una foto para ilustrar este artículo, así que me decido por una que pienso que nos gustará a los dos.
Salud profesor!

jueves, 9 de julio de 2009

The Israelites (Desmond Dekker)


Como decía otro tema "con una canción sobre la vida rude boy, su fama a Inglaterra un día llegó...".
Una buena pieza ska para afrontar con ritmo un verano que se presenta tropical.

miércoles, 8 de julio de 2009

Cambio y adaptación en la izquierda. La evolución del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida (1986-2000)


Antes de pasar a estudiar el tema que se reseña en el título, el profesor Ramiro Fernández realiza una pertinente introducción a nivel genérico que se inicia con un avance de las causas que van a incidir en las características del caso presentado.
En primer lugar, constata la existencia de crisis y cambios en los partidos políticos europeos de finales del siglo XX y especialmente en los comunistas. A grandes rasgos, estos partidos han tenido que hacer frente, a veces simultáneamente, a una ruptura del consenso interno de su organización, a la aparición de signos inequívocos de pérdida de respaldo popular y a una competición electoral más diversificada.
La aparición de IU, que es el partido en el que se centra la obra, se enmarca en el tema más amplio de la crisis de los partidos comunistas occidentales, a la que no escapó tampoco el PCE. Los comienzos de esta etapa convulsa hay que situarlos a finales de los años setenta, en los que el auge del impreciso concepto y de las estrategias del “eurocomunismo” parecieron abrir un marco de perspectivas positivas para los partidos comunistas que son en el texto objeto de estudio. Estas expectativas se vienen abajo durante los ochenta, década en la cual estos partidos empezarán a perder relevancia social, política y cultural de una manera progresiva y tras el reforzamiento que habían vivido en la anterior.
La explicación de las causas de este declive es multidimensional. Influyen factores estructurales relacionados con la descomposición de la base social y electoral sobre la que se apoyaban los partidos comunistas y coyunturales, como el descrédito que a ojos de la sociedad occidental estaba labrándose el modelo político soviético. Por otra parte, las estrategias organizativas y políticas elegidas como respuesta a un medio en transformación que mostraba rasgos desfavorables acabaron sumiendo también a los colectivos citados anteriormente en la ya mencionada decadencia.
Los comunistas europeos han tomado diferentes caminos para solucionar esta situación perjudicial. Teniendo en cuenta los matices que caracterizan las posiciones adoptadas por cada uno, podemos definirlas en el marco de un continuo que separa a los que decidieron mantenerse fieles a la identidad comunista de los que optaron por abandonarla y remozar sus programas recurriendo a los postulados socialdemócratas y/o de las New Politics.
El caso del PCE destaca por la intensidad que adquiere su crisis, que mostrará la incidencia de los aspectos que antes dijimos a nivel general que contribuyeron al ocaso de los partidos comunistas europeos. Las posturas moderadas y eurocomunistas propugnadas por los dirigentes del PCE y su flexibilidad estratégica tendente a consolidarse como un actor político de relieve en España no obtendrán los réditos esperados y situarán a los comunistas españoles en una posición marginal en el sistema de partidos tras sus decepcionantes resultados electorales. Estos fracasos ocasionan controversias entre los militantes y los dirigentes del partido y contribuyen a la división del mismo y a su debilitamiento organizativo.
Para dar respuesta a esta crítica coyuntura, la formación impulsará la coalición de partidos IU en 1986, gracias al acuerdo de varias fuerzas políticas a la izquierda del PSOE. Esta búsqueda de resoluciones a la crisis del partido destaca por lo temprano de su implementación y por adelantar algunos de los cambios que después afectarían a otras organizaciones comunistas europeas. La vía escogida podemos considerarla como “intermedia”, si nos atenemos a las adoptadas después por muchos partidos comunistas occidentales. IU proporciona los contenidos relacionados con las políticas de los actores de nuevo tipo y el PCE cede funciones a la nueva organización pero mantiene la garantía del mantenimiento de la identidad comunista en el seno de la misma, ayudado por su posición predominante en ella. Vemos aquí ya un ejemplo en este proyecto de síntesis entre las respuestas a los interrogantes que plantea el ambiente (escenificados básicamente en términos de resultados electorales) y las decisiones de carácter ideológico que marcan también la evolución de los partidos.
El ejemplo de IU y el PCE entronca con las teorías que estudian los cambios en las organizaciones partidistas, que parten de dos enfoques principales: el que asume las variaciones como respuestas graduales y adaptativas a los cambios estructurales del ambiente y el que los considera como fenómenos discontinuos en los que sobresale el papel de los actores.
Para el autor es imprescindible recurrir a una tipología de los partidos para facilitar sus análisis. Teorías como las de Duverger y Kirchheimer señalan la existencia de modelos de desarrollo que han ido configurando las hegemonías de diversos tipos de partidos: los de cuadros, los de masas y los catch all, por este orden cronológico. Soslayando estas pautas evolucionistas podemos citar también la aparición de denominaciones como las de partido cartel y modern cadre party.
En las corrientes que propugnan que los cambios de los partidos son fenómenos discontinuos interesa conocer la visión de Panebianco, que señala que el comportamiento partidista sería el resultado de la interrelación entre decisiones deliberadas y presiones organizativas, ambientales y estructurales. El cambio sería producto de un estímulo externo, que actuaría de catalizador (por ejemplo, unos resultados en unas elecciones), y de factores de tipo externo que ya se encontraban modificando la estructura del poder. Esta perspectiva que enfatiza la incidencia de la competición electoral lleva a Downs a pensar que los partidos adoptan únicamente estrategias relacionadas con las teorías de la elección racional que se fundamentan en maximizar sus condiciones para acaparar votos. Esta visión es unidimensional y autores como Robertson la enriquecen añadiendo a este objetivo prioritario la necesidad de mantener complacida a la militancia, que puede imponer límites a las políticas de crecimiento electoral del partido en función de sus intereses y de la ortodoxia de la organización. Estos condicionantes de tipo externo influirán en la persecución de los principales objetivos de los partidos (votos, política y gobierno).
En los siguientes capítulos del libro de Ramiro puede verse la influencia de las distintas ideas teorizadas anteriormente en el caso de IU, ciñéndonos a su trayectoria entre 1992 y 2000, aunque sin perder de vista las inquietudes que originaron la federación en 1986 y que han marcado su posterior desarrollo.
Partiendo de los factores externos que dieron lugar a la formación de IU para solventar la crítica situación que vivía el PCE a principios de los ochenta, la centralidad de los intereses de la nueva entidad durante esa década residirá en la competición electoral. Una vez conseguidas la institucionalización y la consolidación del nuevo partido, a principios de los años noventa pasará a ser prioritaria la reorganización interna, en la que el PCE deberá jugar un papel primordial, tal como sus militantes y directivos deseaban.
La configuración de IU como movimiento político y social que se encargaría de la mediación con la sociedad se complementaría con la pervivencia del aparato del PCE, que no quería perder su posición de primacía en el ámbito de la federación de partidos, lo que le llevó a fomentar la cohesión entre sus afiliados y a preservar sus estructuras organizativas más útiles. Pero estas maniobras originaron también disputas en el seno de IU, como las que auspiciaba la corriente Nueva Izquierda, que apostando desde los primeros noventa por la moderación ideológica y la amplificación de los ideales que encarnaba IU se enfrentó con el PCE hasta el punto de formalizar en 1996 el PDNI dentro de IU. La imagen de desunión y las posturas rebeldes de algunas agrupaciones territoriales desacreditaron públicamente a IU, por lo que a finales de la década de los noventa se llevó a cabo la salida/expulsión de los miembros del PDNI.
Durante la etapa 1992-2000 la búsqueda de beneficios electorales no influyó excesivamente en las decisiones de tipo organizativo de la dirección del PCE, quedando este período más destinado a la definición del modelo de IU.
Después de repasar las características de la evolución de IU en el período antes reseñado, es importante observar los resultados electorales del partido con el fin de sacar algunas conclusiones más, especialmente por lo que respecta a la competencia establecida en el sistema de partidos con el PSOE.
Las cifras nos indican un ascenso electoral ininterrumpido de IU desde 1986 hasta 1996. En los comicios de 1999 y 2000 se produce un drástico descenso electoral que rompe la anterior tendencia de crecimiento. Durante los años de apogeo de la formación comunista el número de votos se incrementó más porcentualmente en las provincias que no podían considerarse como bastiones electorales del partido. En las circunscripciones que han sido graneros de voto para IU es en las que mayor correlación se ha podido percibir entre los resultados electorales de IU y el PSOE, especialmente cuando los resultados de los comunistas han sorprendido positiva o negativamente. La evolución de ambas fuerzas políticas ha estado relacionada, principalmente en los ascensos electorales de IU coincidentes con los decaimientos del PSOE. Esto nos muestra la dependencia relativa que IU manifiesta hacia los antiguos votantes del PSOE por lo que respecta a la llamada volatilidad intrabloques, a pesar de que, salvo en las elecciones de 1989, el porcentaje de electores de IU que cambiaban su voto hacia el PSOE fue siempre mayor que el de antiguos electores de éste que lo hacían a favor de IU.
Por otra parte, puede recalcarse que los votantes de IU siempre se han ubicado en la escala ideológica en una posición más moderada que en la que situaban a su partido. Por el contrario, los votantes socialistas se situaban más a la izquierda que su partido. Los votantes que eran objeto de transacción entre IU y PSOE solían ubicarse en posiciones más moderadas que las que ocupaba IU en la línea de identificación ideológica.
Además de la superposición ideológica que muestran estos datos, cabe mencionar también que el electorado comunista ha sido menos fiel que el socialista, pasando más fácilmente el primero a engrosar las filas del segundo.
El intervalo que va desde las elecciones generales de 1989 (en las que IU se mostró especialmente competitiva con el PSOE) a las de 1993 supone un punto de inflexión en la trayectoria de la lucha electoral entre ambas formaciones. A pesar de que el crecimiento de IU se estaba nutriendo en esa etapa básicamente de la captación del electorado moderado situado a su derecha, el partido optó por radicalizar los principios que guiaron su acción política después de los comicios de 1993, desdiciendo la teoría downsiana que hubiese abogado por la maximización de la anteriormente fructífera estrategia electoral. Pero esta competencia entre los partidos que precede incluso a la restauración democrática de la Transición no siguió siempre las mismas pautas de acción en lo tocante a IU. La aceptación de la entrada de España en la OTAN por parte del PSOE propició un impulso aglutinador en las fuerzas políticas ubicadas a la izquierda de los socialistas que cohesionó a diversos partidos bajo las siglas de IU (entre ellos el PCE, como precursor de esta federación).
El análisis de la realidad política del momento va a posibilitar que la táctica empleada por IU desde su creación sea la de atacar al PSOE identificándolo como partido de derechas y responsabilizándolo subsidiariamente del paulatino crecimiento del PP.
A finales de los ochenta y ante el ascenso electoral de AP, se articulan mayores espacios de diálogo y colaboración por parte de IU, aunque sin dejar de lado la feroz crítica a los socialistas ni las posiciones de oposición abiertas a eventuales pactos. Sin embargo, los magníficos resultados de IU en las primeras convocatorias electorales de los años noventa cambiaron la planificación de los directivos de IU. Ahora se trataba de implementar la estrategia del sorpasso, esto es, el adelantamiento electoral del PSOE por IU. Se daba una vuelta de tuerca a las dinámicas de enfrentamiento opositor contra el PSOE y la intención era hacer ver que IU iba a ser la fuerza política que hegemonizaría las políticas izquierdistas en España. Esta decisión conllevaba diferenciarse lo máximo posible de las actuaciones de los socialistas, lo cual también fue consolidando una imagen poco dialogante y cerrada de IU.
Las elecciones de 1996 supusieron el fracaso en la práctica de la vía del sorpasso, por lo que durante los años siguientes a las mismas sucedieron problemas al interno del partido que acabaron con las expulsiones de los miembros del PDNI y que, en gran medida, estaban relacionados con las distintas opiniones existentes en el partido sobre cómo debía ser la relación del mismo con el PSOE en el marco de la primera legislatura de gobierno del PP.
La sistemática oposición al PSOE se fue debilitando, aunque seguía siendo relativamente persistente, llegándose a los decepcionantes resultados de la triple convocatoria electoral de 1999. Sirvieron como indicadores de que el partido había empleado una táctica equivocada a la hora de seducir a los electores, lo que originó una transformación total de la relación con el PSOE, pasándose a un período caracterizado por los acuerdos y la oposición conjunta al PP. La negativa coyuntura que debió afrontar IU en vísperas de las elecciones generales de 2000 provocó el advenimiento de un pacto electoral entre los dos partidos preponderantes de la izquierda española, ya que las encuestas vaticinaban unos pobres réditos para IU tras estos comicios y el partido había sufrido la retirada de la vida política por enfermedad de su líder Anguita.
En este momento y orientada por los fracasos en las últimas elecciones celebradas, IU dejaba de priorizar la defensa de su identidad frente a la posibilidad de alcanzar acuerdos con el PSOE, tomando un camino de mayor moderación que hasta entonces era el que los estudios demoscópicos habían percibido como más acorde a la identificación ideológica de su electorado y con el refuerzo de la competitividad del partido.