domingo, 27 de diciembre de 2009

Consenso e ideología en la Transición política española



El autor comienza el análisis de un tema tan complejo y dinámico como es el del estudio de la Transición española recurriendo al manejo de ciertas teorías filosóficas que le vendrán posteriormente como anillo al dedo para explicar algunos aspectos del proceso político señalado.
El punto de partida será el concepto weberiano de racionalidad sobre el que Jürgen Habermas comenzará a cimentar sus teorías comunicativas. En el marco de estas bases constata el desacoplamiento existente entre el mundo de la vida y los sistemas. Para él, la integración social (mundo de la vida) se alcanza mediante un acuerdo racional asegurado normativamente o conseguido a través del lenguaje, de la acción comunicativa, mientras que la integración sistémica se logra mediante la conexión funcional de los efectos colaterales agregados -no pretendidos- de las acciones particulares de los actores, efectos ajenos a la acción de éstos. Habermas observa una colonización del mundo de la vida por parte de los mecanismos sistémicos cuyo caldo de cultivo se forma en las sociedades del capitalismo tecnológico. Las instituciones del Estado de derecho tendrán que ser las encargadas de frenar estas dinámicas y de fomentar la fluidez comunicativa en todos los ámbitos de la sociedad.
El siguiente análisis que Oñate aborda es el de los problemas de la comunicación, entrando ya a avanzar algunos de los que posteriormente se harán patentes en los mecanismos de diálogo implementados durante la Transición. Pero nuevamente se retorna poco después en esta primera parte del libro al recurso a las teorías de la acción deliberativa habermasianas para, a partir de la aceptación de la necesidad de establecer discursos y consensos racionales, retomar la cuestión del papel que han de jugar los actuales Estados democráticos en la generación de procesos comunicativos libres que entroncan con un ideal republicano al que el autor alemán se siente cercano como aspiración también superadora de los overlapping consensus rawlsianos.
En la última parte de este recorrido teórico conceptual que da inicio a la obra el autor se centra en ahondar en las caracterizaciones de algunos modelos de democracia, de los que irá enumerando sus pros y sus contras para, finalmente, apostar por una retroalimentación comunicativa deseable entre la sociedad civil y las instituciones del sistema político.
En los siguientes capítulos Oñate ya pasa al terreno del análisis de la situación sociopolítica de la Transición española, para el cual le serán útiles los elementos y conceptos sobre los que versaban las primeras páginas del libro.
El primer acercamiento al ámbito espacio-temporal de estudio consiste en la enumeración de los actores políticos más relevantes que influyen en él: los grupos del régimen, los de la “semi-oposición” y los de la oposición, concitando una mayor atención en ese conjunto el PSOE y el PCE, por razones de presencia y relevancia.
Matizando las distintas posiciones existentes en el seno de las distintas estrategias que se urdieron para encarar el proceso de transición, se van a confrontar el modelo que abogaba por la “reforma” y el que apostaba por los planteamientos de la “ruptura”. Estas posiciones, con sus dosis de maximalismo inicial irían modificándose en el marco de los procesos de negociación y de institucionalización de las diversas estructuras políticas españolas de la segunda mitad de los setenta y fue entonces cuando la oposición partidaria en los albores de la Transición de la ruptura comenzó a optar por la “ruptura pactada”, concepto relacionado con las denominadas falsas identidades que conllevaba a medio plazo la consecución de los objetivos formales de la ruptura democrática partiendo de operaciones reformistas efectuadas sobre las instituciones del régimen franquista. La legalización de los partidos y la inminente convocatoria de elecciones favorecieron la consolidación de esta vía de acceso a la democracia, suponiendo también un golpe de efecto por parte de la iniciativa del gobierno de Adolfo Suárez, que lograba hacerse con el control de la agenda política del momento merced a sus hábiles y prometedoras maniobras políticas.
La aceptación por parte de la oposición democrática de las reglas del juego pactadas con el gobierno conllevaría otro costo más para las fuerzas encuadradas en esa opción política y éste sería la desmovilización por parte de las mismas de la sociedad civil a la que, conscientemente, se desarticularía en la medida de lo posible a fin de que no ejerciese ningún tipo de influencia en la Transición.
Por otra parte, la articulación de la derecha y el centro político en el marco del naciente sistema de partidos que se preveía nos ofrece dos ejemplos dispares: el de una AP que se instaló en posiciones claramente derechistas en el mismo (visión que fue confirmada y ampliada por el electorado) y el de UCD, que partiendo de la observación de un amplio espectro de electores moderados, optó por configurarse como un partido con un mensaje etéreo y múltiple en el que se esperaba que se viesen reflejados una ingente cantidad de electores. A la vista de los resultados, ese deseable presagio para los centristas se cumplió con creces en las elecciones de 1977 y 1979.
La última parte de este resumen se refiere a lo tocante al proceso constituyente que culminaría en 1978 y que tendría su posterior continuación en las aprobaciones de los Estatutos de Autonomía correspondientes a las Comunidades Autónomas españolas.
En primer lugar, se analiza cómo influyeron la proximidad de este evento y sus avatares en el acontecer de cada partido, ya que afrontar esta responsabilidad les supondría renuncias programáticas y reflexiones internas.
Además de señalar las cuestiones ideológicas más relevantes que se manifestaron durante el proceso constituyente, el autor se encarga también de visualizar las fases negociadoras que marcaron el devenir de la realización de la Carta Magna. Se distinguen, por orden cronológico: la fase de aproximación entre las preferencias de los distintos grupos representados en la Ponencia Constitucional, la caracterizada por la imposición de las de AP y UCD mediante al recurso a la “mayoría mecánica” que habían consolidado y la del consenso final entre centristas y socialistas, que trataba de enmendar las carencias de la anterior por lo que respecta a la representatividad de la diversidad de los miembros de la Ponencia. Por su carácter simbólico y crucial el texto no soslaya tampoco los debates que en este contexto se dieron acerca de las cuestiones relativas a la Corona y a la organización territorial del Estado.
A modo de conclusión, ha de señalarse, retornando al recurso al universo conceptual que se mencionaba al principio del resumen, que los representantes políticos apostaban por la adopción de los presupuestos dialógicos para la toma de decisiones, pero que coyunturalmente la situación en la que se enmarcan estos hechos distaba de ser la que Habermas consideraría como la propia de una “comunidad ideal de comunicación”, ya que el diálogo no era irrestricto, estando limitado por las amenazas golpistas de los sectores involucionistas del Estado, radicados mayoritariamente en el seno del Ejército.
La noción de esa peligrosidad fomentó el consenso (semejante al paradigmático en la obra de Rawls) sobre la necesidad de superar los antagonismos de antaño escenificados de forma trágica en la Guerra Civil española, pero a juicio del autor no se ha de extrapolar como un acuerdo en condiciones igualitarias que plasme una posición firme y unívoca sobre el modelo o vía democrática que se eligió en aquel momento.

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