sábado, 29 de agosto de 2009

¿Freaks?


De un tiempo a esta parte el término freak lo acapara todo.
Freak por aquí. Freak por allá.
Se ha convertido en una especie de idea-fuerza, de concepto contenedor que se usa sin ton ni son y sin el más mínimo decoro.
Al fin y al cabo a nadie ha de sorprenderle si tenemos en cuenta que las nuevas generaciones se comunican con poco más de una centena de palabras.
Conviene, sin embargo, bucear en la genealogía del vocablo para contemplar la degeneración del mismo por estos lares. Lejana queda ya la película Freaks La parada de los monstruos, que dio origen a todo un subgénero cinematográfico que tenía como piedra angular los seres deformes y extravagantes. La utilización como muletilla del término entre el hippismo le confirió también un carácter más popular, ante el estupor de muchos observadores. Finalmente, los cómics de los Freak Brothers de Gilbert Shelton supusieron una consolidación del concepto, personificado en tres holgazanes y un gato cuyas máximas aspiraciones estriban en procurarse estupefacientes y mantener una existencia disoluta y despreocupada. Visto así resulta tentador y parte de esta influencia se recibió por la piel de toro a finales de los noventa. Cabe destacar que Andrés Calamaro incluyó una canción titulada como Freaks en El Salmón o que el grupo guía de la curva de la Ternana se llama Freak Brothers.
No obstante, pronto se empezó a corromper la significación de la palabra al comenzar a emplearse masivamente por parte de los medios de comunicación. Del irónico y gracioso legado de los sesenta pasamos a la manufactura de una etiqueta tremendamente invasiva y peyorativa. Freak se convirtió en un insulto directo y en una manera de catalogar la diferencia asocial, pero sin la valentía de su utilización primigenia. Ahora se espetaba cobardemente como desprecio, otra forma más de proyectar indirectamente miedos y defectos, complejos en suma.
Olvidando que detrás de todos los calificados como freaks se encuentran personas y mostrando la deshumanización de una sociedad cada vez más inmoral e ignorante.
No resulta, por tanto, paradójico que donde más mofa se hiciera de los freaks (e incluso de los impostores de freaks) fuera en el plató de Crónicas Marcianas, con un público preso de modas estéticas y cánones de la manipulación predispuesto al linchamiento catártico propio de una sociedad tan superficial como envilecida.
En fin, como decía la letra de la canción homónima:

El espejo me explicó
el monstruo verdadero soy yo,
el monstruo verdadero soy yo.

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