domingo, 19 de julio de 2009

El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo


De todos es sabido que los pijos (o los que aparentan serlo) constituyen una insufrible especie existente desde los inicios de la humanidad.
Allá donde hubo dinero germinaron ellos y su peculiar estilo de vida, fundamentado en la superficialidad, la ostentación y, en general, la nadería.
Son una tribu urbana a tener en cuenta por su rancio abolengo y porque su origen no se haya ligado a formas de expresión musical ni a ninguna explosión juvenil en particular.
Dos monstruos del costumbrismo que saben perfectamente los roles que ejecutan porque se nota que han psiconalizado con el gracejo que da el dominio del esperpento a toda una suerte de personajes de los más variados pelajes tenían el cometido de emular el way of life pijo: Santiago Segura y Javier Gutiérrez. Con el inestimable complemento de otro todoterreno de la interpretación como Pilar Castro.
El resultado, aparte de una interesante adaptación de Movida en el Roxbury, es uno de sus productos que exasperan a los críticos de cine y que a mí ni mucho menos me disgustan.
Huelga decir que se profundiza en tópicos, muletillas y estéticas cargantes y baladíes, pero no podía ser de otra forma tratándose de pijos. De hecho, la risa que profieren sistemáticamente los personajes no tiene otro objetivo que sacar de quicio al espectador.
A mí esos ingredientes de histrionismo me parecen tan brillantes como necesarios.
Al fin y al cabo, Borjamari y Pocholo nos descubren (e incluso se rebelan a su manera contra ellos) muchos de los vicios y defectos de la actual sociedad de consumo, reproducibles desgraciadamente en ocasiones por muchos de nosotros de maneras más o menos patentes o subrepticias. Lacras, por otro lado, perfectamente encarnadas por Pelayo Snow, antagonista de Borjamari y Pocholo fielmente interpretado por Guillermo Toledo, todo un experto en dar vida a personajes especialmente odiosos.
Los hermanos serán dos pijos insoportables, pero al final hasta se dan cuenta de que lo que verdaderamente importa es la personalidad y no el qué dirán, aunque para descubrirlo requieren de diversos puntos de inflexión que pongan en tela de juicio sus cambiantes mundos interiores.
Y siguiendo esta reflexión, aquí no va a haber vergüenza de ningún tipo a la hora de loar esa banda sonora tan apropiada compuesta por temas de Duncan Dhu, Mecano, Modestia Aparte, F.R. David y Álex y Christina, dejando claro que no me gusta el tema de Álex Ubago incluido en ella, aunque resulte muy adecuado para su secuencia, que no todo el monte es orégano.
En resumen, una película realmente pertinente para los que corremos el riesgo de quedarnos también toda la vida en El Aguacates.

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