jueves, 13 de agosto de 2009
Grandes fiascos del fútbol hispano (II): Real Madrid
Los Ye-yés, Los Garcías, La Quinta del Buitre, Los Galácticos y ahora parece que son Los Divinos.
El imperio mediático que gravita en torno a ese locus político de las Españas que es Madrid siempre ha buscado un pseudónimo que sonara a conjunto de pop hispano sesentero para glorificar a las plantillas del Real Madrid llamadas a reverdecer esos viejos laureles apergaminados entre cantinelas del NO-DO y hectómetros de rojigualdas.
Pero no es oro blanco todo lo que reluce por los alrededores de Concha Espina y he aquí un humilde cronista que ha visto más fútbol del que debería para inventariar el lumpen de estos Tercios de Flandes (Vázquez Montalbán dixit) de la modernidad.
Ahórrense lo de si Bernabéu levantara la cabeza porque ya está tan gastado que no viene a cuento.
Me remito nuevamente al inicio de los noventa, génesis de mi memoria futbolera, para datar la sentencia de muerte de La Quinta del Buitre a partir de los aciertos del FCB en el star system de los 3 extranjeros al tiempo que el RMCF se hacía con los servicios de Pedrag Spasic.
Bien es sabido que los centrales son examinados con lupa en el coliseo madridista. Al principio el bigotudo leñero carioca Ricardo Rocha generaba simpatía entre los parroquianos. El graderío (fondo sur mediante) vio cómo se transplantaba repentinamente el espíritu de Goyo Benito, pero sus goles en propia puerta en Turín (eliminación de la Copa de la UEFA coincidente con el día de la muerte de Juanito) y Tenerife le hicieron caer en desgracia. La tradición de centrales malditos la continuarían cíclicamente futbolistas como Karanka, Samuel o Woodgate (all right now!).
Cuando las leyes ligueras decretaron que se podía fichar un cuarto extranjero en el Bernabéu apostaron por Vitor, un lateral brasileño de color cuya aportación al equipo fue insignificante, tanto que me siento como una especie de arqueólogo deportivo nombrándolo en este texto.
El infortunado Dubovsky fue el siguiente en probar suerte en esta travesía del desierto sólo interrumpida por la última Copa del club, conseguida por el otrora seleccionador valenciano Benito Floro. El eslovaco llegó con la vitola de Bota de Oro y, para colmo de las desgracias, su único gol liguero en la temporada 93-94 se lo endosó al VCF, aquella noche en que jugamos de fucsia y unos linieres sin compasión se cargaron la carrera europea de Aristizábal friéndolo a fueras de juego.
En este sentido tampoco hay que olvidar la particular maldición del nueve madridista. Esnáider sólo se apuntó una diana en su segunda etapa en el Bernabéu y el club tuvo que probar suerte a posteriori con killers del área como Canabal o Congo. En una arriesgada maniobra geoestratégica los madridistas otearon los Balcanes y apostaron por cracks como Baljic, "Rambo" Petkovic y Ognjenovic.
A veces, cuando todo falla, tendemos a refugiarnos en el terruño, pensando que sus efluvios panteístas nos sacarán de las maldiciones inmemoriales que nos aquejan. A la cantera blanca también hay que agradecerle la producción de talentos inolvidables en esto del balompié como el chuleta Jaime, Rubén, Dorado o Pavón (con diferencia, el peor defensa de la historia de la laureada entidad, a algún genio se le ocurrió convertirlo en una especie de imagen de marca).
Desgraciadamente, la continuidad de Casillas frena la incorporación de guardametas de nombres tan melódicos como Albano Bizarri y nos priva de disfrutar de sus actuaciones. Entretanto, tendremos que conformarnos con la proyección ofensiva que nos han ofrecido perlas como Cassano, el inédito Faubert o el, esperemos que duradero, Drenthe.
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