lunes, 3 de agosto de 2009

Del Estado del bienestar al Estado del malestar


Este libro de Ramón García Cotarelo realiza un exhaustivo repaso a las diversas articulaciones y teorías que se han suscitado alrededor de la polisémica noción de Estado social, la cual también ha recibido otras denominaciones, según en qué cualidad de este tipo de Estado se pusiera el énfasis.
Cotarelo distingue durante el decurso de su redacción dos partes antagónicas conceptualmente, pero imbricadas históricamente, como no puede ser de otra forma cuando el objeto de estudio a tratar es un concepto tan complejo y dinámico como el Estado social. La primera de ellas tiene su punto de partida en las transformaciones y decisiones que configuraron las estructuras de los Estados capitalistas occidentales después de la II Guerra Mundial y representa una etapa de implantación y apogeo en la evolución histórica del Estado social, mientras que la subsiguiente fase, que el autor denomina de crisis, se comienza a vislumbrar con más claridad a partir de la crisis económica prolongada que se inicia en 1973/1974, aunque sus causas se estaban larvando y manifestando ya desde mediados del siglo XX. Ambos períodos serán estudiados de forma sistematizada por el autor, que establecerá su crítica sobre ellos teniendo en cuenta los enfoques sociológico, politológico, jurídico y económico, lo cual nos recuerda que el concepto de Estado social de derecho es inaprensible en toda su riqueza de matices si no se analiza desde un enfoque pluridisciplinar.
Una primera aproximación desde teorías sociológicas a la organización social del Estado que supone nuestro objeto de estudio nos patentiza que en ella se juzga a los seres humanos por el status que alcanzan y la posición que tienen, siendo el éxito y el reconocimiento social los máximos anhelos individuales, aun a costa de ciertas disfunciones en las relaciones personales, merma de la solidaridad del grupo y debilitamiento de vínculos sociales de otra índole. Esta descripción se completaría con la adición del concepto de rol, ligado a los comportamientos y actuaciones de los individuos en determinados sistemas sociales. Otros puntos a destacar del Estado del bienestar por parte del enfoque sociológico serían la constatación de procesos cambiantes e inseguros, la segmentación grupal y organizacional de la sociedad, que se nos revela como más atomizada que plural, y la intrusión estatal en determinados contextos sociales.
En lo concerniente a las influencias políticas, el autor remarca la relevancia de algunos pensadores socialistas y socialdemócratas en la elucubración de ideas que posteriormente serían constitutivas del Estado social, aunque ello contraste con que por razones ligadas a la estructura de oportunidad política fuera un partido demócrata-cristiano el primero en introducir en su país un programa digno de encuadrarse como definitorio de un Estado social. Tampoco es desdeñable la importancia de la situación internacional, ya que no es disparatado considerar al Estado del bienestar como una respuesta del capital a los movimientos obreros y al ejemplo del socialismo soviético. Al oeste del Telón de Acero la instauración de esa nueva forma de organización política que era el Estado del bienestar fue concebida como una necesidad generalmente sentida en la segunda postguerra mundial. En lo relativo al desarrollo científico, descolló la asimilación de las concepciones tecnológicas al análisis político.
Al escrutar los mecanismos jurídicos del Estado del bienestar, alcanza su punto más profundo el problema de la “crisis de legitimidad” contemporánea de este tipo de Estado, por la situación tensa que se da entre un principio de legitimidad admitido (el bienestar) y una legalidad que parece oponérsele. Desde el momento en que se hizo inevitable la positivización jurídica de determinados enunciados económicos y sociales, el propio derecho estaba obligado a generar unos mecanismos de cautela y prevención, protección y reposición que configuraron parte esencial de ese edificio legal que había de acabar enfrentado al principio de legitimidad. Pero, por otra parte, esta articulación del Estado de derecho no puede quedarse anclada sólo en su faceta formal, sino que ha de vincularse en sentido amplio con el respeto y protección de la dignidad humana, evitando también tendencias disfuncionales como la que se manifiesta en la habitual posición de preponderancia sobredimensionada del poder ejecutivo sobre el legislativo.
Por lo que respecta al siempre conflictivo y complejo principio de igualdad, el autor lo considera vinculado a la consecución de la igualdad de oportunidades materiales. Esta concepción necesitará el complemento dinámico que deberá aportar la Constitución como motor de transformación que implicará la intervención estatal.
Pasando a la vertiente económica del Estado social, no es descabellado afirmar que su esencia acarrea la necesidad de que lo político y lo jurídico se subordinen a las exigencias del desarrollo económico. Esto conlleva problemas, como que en su evolución, la economía, pone a su servicio el aparato político y jurídico del Estado, lo que implica probablemente, cierta perversión de la estructura de la sociedad capitalista que requiere –al menos en el terreno ideal- la neta separación entre ambos órdenes a fin que el económico no caiga en la tentación de servirse de los medios coercitivos del Estado. En la faceta económica es imprescindible señalar la significación de Keynes y sus teorías como influencia básica en el vínculo entre el Estado y la economía. También destacan las ideas de Schumpeter acerca del carácter autodestructivo del capitalismo.
Precisamente, en el terreno económico encontramos los primeros síntomas negativos que afectarían al Estado social, ya que en contextos de recesiones económicas fuertes el Estado se ve obligado a expandir su actividad en condiciones de reducción de ingresos, teniendo entonces que elegir entre una política monetaria expansiva, que alienta la inflación, un déficit público galopante, que contrae el gasto público o una mayor carga fiscal, que atenta contra el ahorro y la inversión y fomenta el fraude. Todo ello incide de modo negativo sobre el principio de legitimidad que da uno de los nombres al Estado social: bienestar.
Toda la segunda parte del libro de Cotarelo muestra un especial interés por el enfoque económico, que eclipsa, a pesar de la vocacional perspectiva holística que el autor imprime a su trabajo, al resto de enfoques, puesto que la crisis del Estado del bienestar es una crisis económica y, como tal, materia de teoría económica. En relación con las teorías económicas que plantean soluciones a la crisis, destacan por su carencia de realismo las argumentaciones marxistas y por su frontal oposición al actual modelo de Estado y su demanda de desmantelamiento del mismo las que esgrimen los liberales conservadores, que se pronuncian directamente en contra de la protección del derecho de igualdad por parte del Estado.
A pesar de todo lo dicho, Ramón García Cotarelo afirma que el mantenimiento de la legitimidad residual del Estado del bienestar y la falta de alternativas razonables aconsejan contribuir en la medida de lo posible a consolidar esta difícil forma de Estado en la que tratan de conjugarse los principios de igualdad y libertad.

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