domingo, 7 de noviembre de 2010

Ever fallen in love (The Buzzcocks)


Un fin de semana demasiado tranquilo y el cuerpo que ya pide un caótico trallazo para (des)equilibrarse.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Llàtzer Escarceller (DEP)



Otro secundario de lujo de nuestro cine que nos deja a finales de este año.
Mítico Abuelo Matías de Makinavaja, entre otros papeles, tu comedia ya es eterna!

viernes, 15 de octubre de 2010

Mater dolorosa


La obra de Álvarez Junco parte del interés que el autor observa por lo que respecta al nacionalismo históricamente y, en especial, en las últimas décadas. Otro factor que inspira la realización de su trabajo son las lagunas que constata en lo concerniente al tratamiento académico e intelectual de la identidad española, concepto que él no pone en duda por el hecho de que haya existido una estructura política en Europa que ha respondido, con leves variantes, al nombre “España”, cuyas fronteras se han mantenido estables a lo largo de los últimos quinientos años. En el marco de la introducción a su estudio del nacionalismo en España (centrándose especialmente en la evolución de los caracteres identitarios españoles durante el siglo XIX), el autor explicita que su utilización del término nación en el texto sirve para designar aquellos grupos humanos que creen compartir unas características culturales comunes –lengua, raza, historia, religión- y que, basándose en ellas, consideran legítimo poseer un poder político. La conexión de este concepto con el de nacionalismo la establecerá mediante el recurso a la doctrina o principio político de acuerdo con el cual cada pueblo o nación tiene el derecho a ejercer el poder soberano sobre el territorio en que habita; lo que en la práctica significa que a cada entidad cultural debe corresponder un Estado u organización política independiente, y que éstos sólo son legítimos si se ajustan a las realidades étnicas previas. El enfoque instrumentalista será el marco teórico elegido por el autor para llevar a cabo su inmersión en las cuestiones claves del desarrollo del nacionalismo español.
Álvarez Junco comienza a rebuscar en el acontecer histórico premisas que den fundamento a la posterior aparición de un patriotismo de carácter étnico en España. En primer lugar, llama la atención sobre el levantamiento de la “Guerra de la Independencia” de 1808 como fecha fundacional de la afirmación nacional española. Después, en el Cádiz de las Cortes de 1812, se sustituyeron por primera vez los términos heredados de “reino” y “monarquía” por “nación, patria y pueblo”. Parece que podemos, por tanto, partir de la hipótesis de que en 1808 existía algún tipo de identidad colectiva que respondía al nombre de española, y que ésta venía de la Edad Moderna, es decir, del período anterior a la era de las naciones. El nombre de la nación provenía de la Antigüedad clásica, aunque sus primeras utilizaciones solían responder únicamente a la descripción de un emplazamiento geográfico. La llegada de los visigodos a Hispania y el inicio de la Reconquista del territorio peninsular frente a los invasores musulmanes ayudaron a consolidar el gentilicio “español”, posiblemente procedente de un vocablo extranjero. De todas formas, esta identidad española, distaba aún de poder ser considerada como una identidad nacional española. El proceso de formación de una identidad “española” giró alrededor de la monarquía. A finales del siglo XV, los reyes comenzaron a imponerse sobre el fraccionamiento feudal y crearon un espacio político de grandes dimensiones, con lo que añadieron una perspectiva política al inicial significado geográfico y cultural de la palabra “España”. Aunque continuaban destacando el cristianismo y la monarquía como ejes básicos en la definición de la identidad colectiva, se puede decir que a lo largo de los primeros Borbones se detecta una tendencia creciente a la presentación del poder en términos de linaje o cultura colectiva, lo que no hace sino desarrollar el patriotismo étnico iniciado bajo los Habsburgo. Ya en el siglo XVIII, es posible afirmar que se dieron importantes pasos en el proceso de homogeneización cultural, paralelos a los que fomentó la centralización administrativa.
Retornando a 1808, se deja constancia en el libro de que desde ese momento se puede empezar a hablar de nacionalismo en sentido contemporáneo. El patriotismo étnico pasó a ser plenamente nacional y el sentimiento de españolidad quedaba ratificado como un excelente punto de partida para dar el pistoletazo de salida al proceso de nacionalización contemporáneo. Sin embargo, a las elites liberales que patrimonializaron este patriotismo se les escapaba la complejidad y el carácter multidimensional que habían generado el levantamiento contra los franceses. Sería la experiencia la que les demostraría después la perduración en el imaginario colectivo de grandes problemas para definir esa “España” que era crucial para su proyecto político: como mínimo, tenían que conseguir que no se identificase sólo, ni principalmente, con la religión heredada, la lealtad al rey y la adhesión a los valores nobiliarios tradicionales, sino que sirviera de base para la construcción de un Estado moderno y una estructura política participativa; por otro lado, era preciso no cuestionar la unidad y la fuerza de este ente político que deseaban construir.
La promoción de la memoria histórica patriótica siguió los patrones tradicionales. Se reforzaba de esta manera el lugar de la “Guerra de la Independencia” en la mitología nacionalista, como coronación de la gloriosa serie de reconquistas del paraíso patrio. La belicosidad y la obstinada defensa de la identidad nacional frente a toda agresión foránea se reafirmaban también como rasgos perennes del carácter colectivo. La afirmación de la unidad y la independencia nacionales y el reforzamiento del Estado tal como existían eran el correlato que se buscaba mediante la proclamación de la existencia del ente nacional desde la noche de los tiempos y la constatación del progresivo avance de ese ente hacia la unidad política como logro colectivo.
De lo dicho se puede sacar la conclusión de que los artistas e intelectuales habían llevado a cabo una labor importante en la construcción de un edificio cultural que diera sustento al proceso de nacionalización. Sin embargo, los notables liberales que capitaneaban este proyecto, más tarde apoyados también por el ejército, perdieron el apoyo regio y popular a sus políticas reformistas, que comenzaron a ser vistas como incomprensibles y extrañas. La pugna entre elites –clero, intelectualidad laica, ejército- que salpicó este contexto sometió al Estado a bruscos vaivenes en su orientación política, carente de legitimidad y de recursos, y ello provocó que no se pudiera culminar exitosamente la construcción cultural realizada por las elites intelectuales.
Por otra parte, no se debe soslayar el tortuoso proceso de formación de la identidad española alternativa a la liberal que acabaron representando los nacional-católicos. Los mitologemas nacionales asociados a la defensa de la religión católica por parte de los españoles y la defensa de España desde los Habsburgo de los ideales contrarreformistas frente a las ideas protestantes que se esparcían por Europa están en la base del imaginario colectivo de los católicos prenacionales, que eran hostiles a la idea de nación, considerada como extranjerizante y unida a conceptos laicos como el racionalismo o el liberalismo. Sin embargo, y a pesar de la relevancia que ha podido alcanzar esta idea de España como baluarte del catolicismo frente a la herejía luterana, hay que aclarar que la relación entre la Iglesia y las distintas monarquías no estuvo exenta de polémica e inestabilidad y que en las decisiones tomadas por los reyes en política internacional primaron los cálculos e intereses dinásticos de éstos sobre las cuestiones religiosas e ideológicas. El conservadurismo español rechazó a principios del XIX esgrimir las ideas patrióticas a favor de sus objetivos políticos y el mejor ejemplo de lo dicho lo constituyen los carlistas, que de sus dogmas “Dios, patria, rey”, sólo otorgaron auténtica significación al primero de ellos, teniendo “patria” un significado prácticamente opuesto a “nación”.
Desde mediados del XIX iban a ser los intelectuales neocatólicos los que iniciarían la consolidación de la identificación de la entidad nacional llamada “España” con el catolicismo, requiriendo esta iniciativa una reelaboración teórica de la historia nacional que remitía el paraíso hispano a Carlos V, Felipe II, los teólogos de Trento y la victoria de Lepanto, frente a la edad de oro que los liberales situaban en la Edad Media y simbolizada por las libertades forales y el juramento regio ante las Cortes aragonesas, según la nueva fase mítica que habían reformulado.
La Revolución de 1868 iba a suponer la aparición en escena del nacionalcatolicismo, ante los temores que suscitaban el internacionalismo, el laicismo o el cantonalismo. Entre el pragmatismo político de Cánovas del Castillo, las aportaciones intelectuales de ciertos pensadores católicos y las imprescindibles obras de Menéndez Pelayo, se informó una construcción intelectual católico-conservadora que estaba marcada por el ralliement auspiciado por El Vaticano, que aconsejó a los católicos integrarse en los nuevos sistemas parlamentarios y abandonar progresivamente el absolutismo monárquico. El nacionalcatolicismo se fraguó desde que la Iglesia empezó a nacionalizar su mensaje y apelaba a la opinión conservadora como españoles en primer lugar, aunque eso signifique también católicos. De todas formas, las actitudes conservadoras prenacionales y las nacionalcatólicas son a veces difíciles de distinguir, ya que se entrecruzan y, al mismo tiempo, enfatizan primordialmente los conceptos “Dios” y “España”, respectivamente. Ambas tienen en común que son culturas de resistencia, lo cual dotará al nacionalismo español resultante de estas tradiciones de una ideología defensiva, fundamentalmente ante el cambio de las estructuras sociales y la amenaza de la desintegración del Estado, lo cual también definía las posturas que consideraban antiespañolas.
Conforme avanzaba el siglo XIX, al no involucrarse España en guerras exteriores ni volver a sufrir amenazas fronterizas, no se reforzaron ni los sentimientos patrióticos ni la imbricación de la sociedad en el Estado. Únicamente podemos señalar las incursiones bélicas en África y las últimas batallas que se libraron en América y que culminaron con la pérdida de los últimos vestigios del antiguo imperio colonial español. Por otra parte, es interesante citar la opinión de Juan Linz, que diagnosticó en 1973 el problema del siglo XIX como una “crisis de penetración” del Estado, incapaz de influir política y culturalmente en la sociedad por medio de instituciones educativas o de valores y símbolos aceptables para el conjunto de los ciudadanos. De todas formas, tampoco hemos de reflexionar sobre esta opinión en términos absolutos y concluir que la escasa eficiencia del proceso nacionalizador generó una débil identidad española, ya que se realizaron esfuerzos significativos por crear y expandir una “conciencia nacional” que antes era prácticamente inexistente. Prueba de ello es que el Estado ha subsistido, aunque con problemas a lo largo del siglo XX. En la sólo relativa implantación en algunas zonas de España de un sentimiento identitario español fuerte podemos buscar las causas del surgimiento de diversos nacionalismos que rivalizarían con el español.
Por último, y retomando la dicotomía establecida entre las dos visiones antagónicas de España que se habían formado durante el siglo XIX, éstas ahondarán en sus diferencias en las primeras décadas del siglo XX. El nacionalismo conservador mantuvo su escisión de lealtades entre Dios y la Patria y contó con el apoyo de los militares, que trataban de afirmar al Estado en nombre de la nación en una época convulsa en la que el mundo conservador acabó sintiendo que la religión, la propiedad, la familia e incluso la nación estaban en peligro en el marco de un revolución liberal. De esta manera, lograron cohesionar su visión nacional más que la de los nacionalistas “republicanos”, herederos del nacionalismo laico-progresista del XIX, cuyos valores políticos amalgamaban conceptos como el progreso, la libertad, la democracia, la educación, el civismo, la igualdad, la revolución social y el federalismo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

I.D. (Identificación)



Película ciertamente desconocida, tanto que, antes de familiarizarme con las descargas de internet, la tuve que buscar en el Teles de Sant Francesc de Borja.
La cinta nos ofrece una aguda y realista introducción en el fenómeno hooligan, a caballo de las décadas de los ochenta y noventa, tomando como referente la firm del ficticio equipo inglés del Shadwell Town, club que podríamos comparar con el Millwall o el West Ham United del East End, por la extracción preeminentemente obrera de su masa social y su ramplonería técnica.
Cuatro ambiciosos policías se infiltrarán en sus principales ámbitos de actuación: el estadio popularmente conocido como La Perrera, el pub El Peñón o meeting point de los hools y los desplazamientos futboleros, auténticas road movies de tropelía itinerante. La veracidad de los comportamientos sociales descritos, la diversificación de los personajes y las pautas de actuación cambiantes de los topos explican que esta película haya sido utilizada para aleccionar a los cuerpos policiales españoles acerca de la violencia en los estadios.
Actualmente contamos con productos más elaborados desde un prisma estético sobre el hooliganismo (especialmente en su moderna vertiente casual cabe citar “The Football Factory” y “Green Street Hooligans”), pero I.D. resulta una experiencia valiente y pionera, que se aparta del estereotipo paraguas predominante en los mass media, para los que, salvo honrosas excepciones, ultras, skins y hooligans son prácticamente lo mismo.
El policía protagonista del filme nos muestra la potente sublimación que ejerce en él convertirse en top boy de la firm local, en el marco de un barrio que recuerda a los que ambientan las historias de Loach. Las compensaciones de este way of life se van desgranando durante el ágil avance de la trama, superando a las que le ofrecían los ascensos policiales. Su vida se vuelca en convertirse en el camorrista estelar de la hinchada, paralelamente a la destrucción de sus anteriores relaciones sociales, el descubrimiento de la incompetencia policial y el hinchamiento de su barriga a golpe de paint.
Identificación realiza una crítica contundente de la violencia futbolística y atisba sus relaciones con otras actividades delictivas, plasmando también las satisfacciones que la pertenencia a la hinchada genera en forma de camaradería, orgullo y exceso, factores que provocan la inversión de valores del agente.
Como corolario, el metraje culmina con una escena que parecía prometer una nueva infiltración del protagonista a modo de secuela, finalmente nonata, esta vez entre los neofascistas del National Front.
Una película muy recomendable si se quiere abordar con cierto rigor el fenómeno de la violencia en los estadios, más útil en este aspecto que la sociología de salón que dejó de lado la observación-participante porque nunca pisó un estadio.

viernes, 8 de octubre de 2010

Xúquer 98

No es que se celebraran unas olimpiadas etílicas, aunque la reunión de plusmarquistas podría justificar el certamen. Más que eso, era un pistoletazo de salida para el reverso nocturno de la adolescencia. Ociosidad, ritmo y demás aliños; exceso, en general.
Ya habíamos probado las sesiones vespertinas a caballo entre nuestra impostada rebeldía en los fumaderos del Carmen y el pijerío imperante en Haddock de Cánovas o Jardines del Real. Sin embargo, había una zona en la que todos nos reencontrábamos cuando caía la noche. Daba igual que estudiaras en el CEU o en El Pilar o que lo hicieras en cualquier instituto de la periferia. Ese lugar no era otro que la Plaza Xúquer y callejuelas adyacentes, donde los de la Quinta de Naranjito le exprimimos el meollo a los últimos años de aquella Valencia sin zonas acústicamente saturadas.
No nos dejaron mucho tiempo para ello, pero intentamos aprovecharlo con rentables cenas a base de la trilogía hispana (ensaladilla, bravas y calamares) y regadas por la sangría más tóxica, azucarada y cabezona que pueda imaginarse en bares como el Villarta o Los Malagueños. Con la fritanga en la garganta aún tenías arrojo para jugar a la ruleta rusa en el zulo de Piolín (frente a la Mezquita) y retar a los colegas a un duelo de chupitos, dejando siempre la última bala para el Infernal y las imprevisibles reacciones que provocaba. Con esas credenciales ya estabas en condiciones de menear el bullarengue en Descaro, Kilómetro 0 o la Rechupitería. Si sobrevivías a tu marejada interna, podías culminar el eslalon nocturno aprovechando que en la puerta de la disco Ágora no destacaban por sus restricciones con la edad.
Tiempos dorados de un pasado mejor, cantaba el autor de Estadio Azteca. Momentos que, entre la nebulosa espirituosa, hemos archivado en el dossier de los recuerdos imprescindibles. Los que nos animan a seguir cerrando los bares, pese a los rigores y circunstancias del presente. Pero más bares cerraron las ZAS, contribuyendo a mitificar aquellos primeros años de nocturnidad y pubertad, auspiciando de paso fenómenos rebote como el botellón. La Zona Xúquer se reconvirtió en un escenario genial para organizar cenas con los amigos o tomar cervezas en las terrazas, pero nunca más recuperó la magia de antaño. Salvando las distancias y el ineludible efecto generacional, lo que queda de la herencia y el espíritu de esa época sólo lo podemos rastrear en Polo y Peyrolón, con El Aguacates como referente.
Y como este artículo, además de melancólico, pretencioso y digno de Abuelo Cebolleta, queda soso sin un poco de música conviene ambientarlo un poco con el recopilatorio que hizo furor entre nosotros aquel verano del 98. Me refiero al Generation Next que produjo Pepsi, con temas tan emblemáticos como “Train” (Undrop), “Devil came to me” (Dover), “Al Amanecer” (Los Fresones Rebeldes), “Stupid Girl” (Undershakers), “Chup Chup” (Australian Blonde) o “Puto” (Molotov).
Un disco alternativo promocionado por una multinacional. Como nosotros, un tanto a medio camino. Si ya el grunge resultaba pasota, ahora le quedaban cuatro días de regencia. Y mi generación, un poco a verlas venir, tan críticos como relativistas.
Tan jóvenes y tan viejos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

viernes, 10 de septiembre de 2010

Canto a la libertad (José Antonio Labordeta)


A principios de esta semana que ya se acaba me estremecí ciertamente, sin tener costumbre, al escuchar la voz temblorosa y crepuscular de José Antonio Labordeta agradeciendo una condecoración gubernamental entregada en su domicilio zaragozano, en el marco de una conmovedora estampa familiar. Era la misma voz que sonaba en el tocadiscos del salón de mi primera casa, recordando los orígenes aragoneses de mi padre y sus reivindicaciones de la época; nebulosas de la infancia que se materializarían años después, teniendo la ocasión de escuchar en directo al cantautor en pueblos que no sobrepasaban la cincuentena de habitantes. Sin retribución de por medio, demostrando una vitalidad y un compromiso encomiables, por eso me impresionó tanto verlo en tan doloroso trance.
Gracias a personas como él hoy somos más libres, entalto José Antonio!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mi Roja favorita


Ni la de Octubre del 34 ni la de Julio de 2010.

domingo, 22 de agosto de 2010

Una de bandas (sonoras)


Cine y música constituyen dos conceptos fundamentales para entender las querencias estéticas de las sociedades contemporáneas. No seré yo quien especule a la ligera sobre la consideración artística de determinadas de sus producciones, pero es bien cierto que una parte de ellas generan sensaciones y sentimientos con un sentido cultural.
Música y cine han ido de la mano desde la sonorización de los filmes y esta prolífica relación nos ha legado bandas sonoras que, contextualizadas con imágenes y tramas oportunas, han generado resultados que transitan de lo acertado a lo sublime.
Contamos con cintas dedicadas a grupos ilustres como “Qué noche la de aquel día” (The Beatles), “The Doors” (Jim Morrison y su grupo) o “Sid y Nancy” (The Sex Pistols); sin embargo, no son estas biografías fílmicas las que aquí nos ocupan.
Particularmente acertadas considero las bandas sonoras del subgénero de cine bélico estadounidense dedicado al conflicto de Vietnam. Una guerra eminentemente ideológica y un trauma juvenil fantásticamente tratados en películas como “Apocalypse Now”, en la que las melodías de The Doors y The Rolling Stones contribuyen a generar coreografías y escenarios entre lo onírico y lo turbador. No le va a la zaga la imprescindible “Nacido el 4 de julio”, con himnos generacionales como “American Pie” (Don Mc Lean), “Brown Eyed Girl” (Van Morrison) o “A hard rain´s gonna fall” (Bob Dylan). Kubrick también fue fiel en este apartado a su virtuosa costumbre de evocar ambientes en los que la música coreografía nuestra congénita controversia entre el bien y el mal y se valió para ello en “La Chaqueta Metálica” de legendarios temas: “Wooly Bully” (Sam The Sham and The Pharaohs), “These boots are made for walking” (Nancy Sinatra), “Surfin´ Bird” (The Trashmen) o “Painted Black” (The Rolling Stones).
Otro filme que hace acopio de una banda sonora excelente y especialmente completa es Forrest Gump. No en vano realiza un recorrido por la historia contemporánea de EE.UU. y se ayuda de la música para explicar la coyuntura de los sesenta y setenta allende el Atlántico (“Blowin´ in the Wind” (Joan Báez), “Fortunate Son” (Creedence Clearwater Revival), “California Dreamin´” (The Mamas & The Papas), “For What It´s Worth” (Buffalo Springfield), “Mrs. Robinson” (Simon & Garfunkel), “San Francisco” (Scott Mc Kenzie), “Turn! Turn! Turn!” (The Byrds), “Sweet Home Alabahama” (Lynyrd Skynyrd), etc.).
A este lado del Atlántico también se estaba gestando una explosión juvenil y estética ligada a las tendencias musicales. Como no podía ser de otra forma, los ingleses fueron los pioneros. En Quadrophenia las imprevisibles desventuras de Jimmy nos remontan al frenesí del modus vivendi modernista a ritmo de las canciones de The High Numbers (“Zoot Suit”), Cross Section (“Hi Heel Sneakers”) o The Kingsmen (“Louie Louie”), sin olvidar algunas de las mejores composiciones de The Who (“The Real Me”, “5:15”, “My Generation”…).
Sin perder el hilo del vitalismo urbano de las culturas juveniles anglosajonas nos plantamos en el ocaso del siglo pasado y nos disponemos a presenciar en primera fila el fenómeno musical gestado en Manchester gracias a “24 Hour Party People”, que repasa la evolución de la música inglesa a través del aperturismo de Granada TV en una sociedad particularmente carca y puritana (The Sex Pistols, The Stooges, The Buzzcocks, The Jam…) y el mecenazgo de Factory Records, de los Joy Division a los Happy Mondays, entroncando finalmente con el apogeo de la música disco.
En España se está profundizando en el terreno de las bandas sonoras con cierto retraso, pero en las dos últimas décadas empezamos a encontrar algunos productos interesantes. Por ejemplo, la cinta generacional de los noventa “Historias del Kronen” contiene temas representativos de la música alternativa autóctona de la época, amalgamando el sonido punk de “No hay sitio para ti” (MCD), el rock combativo de Reincidentes en “Jartos D´aguantar” o el “Chup Chup” de Australian Blonde, himno indie por antonomasia de aquellos años.
Hasta aquí este somero repaso del universo de las bandas sonoras. Una selección personal y transferible que, junto con lo que pinchan en mis garitos predilectos, configura parte del hilo musical de mi vida.

jueves, 5 de agosto de 2010

El Estado Social y sus implicaciones


El primer capítulo del libro de Manuel García-Pelayo “Las transformaciones del Estado contemporáneo” está dedicado al Estado social y sus implicaciones. Este texto realiza una incursión histórica en los orígenes del Estado social, nos explicita sus tipologías y también señala qué cambios afronta su estructura en el contexto de las dinámicas sociedades postindustriales.
El autor inicia su disertación aclarando que el concepto de Estado social implica un tipo de acción que supera por su alcance al Estado de bienestar. Rastreamos el nacimiento del Estado social a finales del siglo XIX en los objetivos de von Stein, tendentes a que las revoluciones y reformas sociales sustituyan a las políticas. Heller manifiesta que en la base de esta noción estatal reside la evitación de la amenaza dictatorial fascista y de la dominación jurídica por parte de los estratos más pudientes. Para él, el Estado social debía tener un contenido económico y social y realizar dentro de su marco un nuevo orden laboral y de distribución de bienes.
Contextualmente, podemos enunciar que el Estado social significa históricamente el intento de adaptación del Estado tradicional o liberal burgués a las condiciones sociales de la civilización industrial y postindustrial con sus nuevos y complejos problemas, pero también con sus grandes posibilidades técnicas, económicas y organizativas para afrontarlos. Si en el último tercio del siglo XIX las medidas de “política social” eran más de tipo asistencial y sectorial, la actual política social de los países industrializados y postindustrializados extiende sus efectos no solamente a efectos parciales de las condiciones de vida de las clases obreras, sino a más estratos sociales y a la promoción de diversos ámbitos vitales en función de una programación integrada y sistemática, lo cual puede conllevar incluso que el Estado ensaye variaciones en la estructura misma del sistema económico en el que ha de operar.
Mientras que el orden liberal se caracterizaba por la oposición entre Estado y sociedad, el Estado social parte de la experiencia de que la sociedad dejada total o parcialmente a sus mecanismos autorreguladores conduce a la pura irracionalidad y que sólo la acción del Estado hecha posible por el desarrollo de las técnicas administrativas, económicas, de programación de decisiones, etc., puede neutralizar los efectos disfuncionales de un desarrollo económico y social no controlado. Por consiguiente, el Estado ha de ser el regulador decisivo del sistema social y ha de disponerse a la tarea de estructurar la sociedad a través de medidas directas o indirectas.
El Estado social tiene como función asegurar los fundamentos básicos del status quo económico y social adaptándolo a las exigencias del tiempo actual, derivando desde el capitalismo en el que se desarrolló hacia un socialismo democrático. Su subsistencia está ligada al control permanente de los aspectos económicos, sociales y culturales de una sociedad, estructurándola y reestructurándola. En este sentido, es fácil percatarse de la consolidación de una tendencia a la estatización de la sociedad, pero también de una tendencia a la socialización del Estado y, por tanto, a la difuminación de límites entre ambos términos. De ser dos sistemas otrora autónomos, el Estado y la sociedad pasan a estar fuertemente interrelacionados entre sí a través de relaciones complejas, con factores reguladores que están fuera de los respectivos sistemas y con un conjunto de subsistemas interseccionados.
El Estado social toma los valores básicos del democrático-liberal, que eran la libertad, la propiedad individual, la igualdad, la seguridad jurídica y la participación de los ciudadanos en la formación de la voluntad estatal a través del sufragio y les da una base y un contenido material, partiendo del supuesto de que individuo y sociedad no son categorías aisladas y contradictorias, sino dos términos en implicación recíproca, de tal modo que no puede realizarse el uno sin el otro. Por lo tanto, el Estado social se sustenta en la justicia distributiva, distribuyendo bienes jurídicos de contenido material y siendo un Estado gestor a cuyas condiciones han de someterse las modalidades de la legislación misma y que se extiende a la justicia legal material. Es un Estado que tiene entre sus misiones la de proteger a la sociedad por la acción del Estado y que se realiza también por su acción en forma de prestaciones sociales, dirección económica y distribución del producto nacional. Bajo estos supuestos, el Estado social ha sido designado por los alemanes como el Estado que se responsabiliza por la “procura existencial”, es decir, llevar a cabo las medidas que aseguren al hombre las posibilidades de existencia que no puede asegurarse por sí mismo, posibilitando las condiciones para el adecuado despliegue de las potencialidades de la personalidad a través de la iniciativa y de la capacidad creadora y competitiva en las que se patentiza la autodeterminación del hombre.
A grandes rasgos, las medidas concretas de la procura existencial consisten en el desarrollo de sistemas o el control de sistemas sin los cuales es imposible el despliegue de la vida humana en la civilización de nuestro tiempo, la seguridad de los distintos aspectos vitales en la sociedad nacional y la realización de una serie de prestaciones sociales garantizadas por los textos constitucionales.
Lo anteriormente mencionado motiva la asunción de la función empresarial por parte del Estado distribuidor, lo cual conlleva el control de las actividades económicas básicas para la economía nacional. El modelo resultante de la garantía orientadora de la economía que asume el Estado se caracteriza por la selección y jerarquización funcional de objetivos desde el punto de vista económico, por la decisión estatal de las políticas contando con los afectados para su ejecución, por la interactuación de la racionalidad política, la racionalidad administrativa y la racionalidad económico-social, por la generalización de la planificación y por la legitimación jurídica y técnica de las políticas implementadas. En este sentido, no es exagerado reseñar que en el marco del Estado social comunidad nacional significa también comunidad económica.
Por otra parte, el autor afirma que el Estado social tiene como supuesto la democracia jurídica y también incluye como parte de su peculio la idea de Estado de Derecho. En relación con la superación que los valores recogidos en el Estado de Derecho adquieren en el marco del Estado social, podemos citar los casos que atañen al principio de legitimidad, al de división de poderes, al de legalidad y al control de la legalidad y de la constitucionalidad.
Por último, García-Pelayo no quiere dejar pasar la oportunidad de glosar el devenir dinámico que protagoniza el Estado social paralelamente a la evolución de las sociedades postindustriales y las nuevas tecnologías y en relación con el resto de actores que integran el sistema neocapitalista, tales como el Estado, las empresas y organizaciones de intereses, los partidos políticos y las organizaciones diversas que coexisten en las democracias avanzadas.
Como cierre, se adjuntan en un anexo una serie de notas relativas a pensadores del ámbito socialdemócrata y revisionista marxista que postulan sus teorías sobre los beneficios que el Estado puede reportar a los individuos menesterosos a partir de su función redistributiva.

martes, 3 de agosto de 2010

Makinavaja (El último choriso)



Película fácilmente desdeñable por parte de la crítica sofisticada, pero tras la que aguardan minutos de grácil y cachonda descripción de la Barcelona olímpica. Un submundo en paulatina extinción, merced a la impostura de una cultura oficial y subvencionada que; si bien resulta más grata a la vista, difícilmente encuentra acomodo en el molde de la realidad.
Tomando como paradigma los cómics de Ramón Tosas "Ivá" la cinta desemboca en un desternillante paseo por las barriadas más señeras del lumpen barcelonés (Raval, Chino, etc.), dando vida espléndidos actores como Andrés Pajares, Jesús Bonilla o Mary Santpere a todo un universo de manguis, putas, proxenetas, camellos e inmigrantes de primera generación que tratan de salir adelante a su manera (parcialmente justificada por los creadores del film), mezclándose en su quehacer delictivo con policías, clérigos o banqueros que no les van a la zaga en la cuestión de la picaresca.
Un magnífico retrato esperpéntico-costumbrista como reverso de aquel "Amigos para siempre" de Los Manolos y que nos recuerda que otra Barcelona subyace detrás de un relato oficial cada día menos envidiable.

domingo, 27 de junio de 2010

Sunday Bloody Sunday (U2)


Almenys alguns polítics tenen la decència (eixa paraula tan burgesa) de disculpar-se per les afrentes dels seus compatriotes de la generació precedent. Que n´aprenguen!

sábado, 12 de junio de 2010

Ha cerrado Confecciones Drácula



Me avisó un colega de que iba a pasar pronto y lo he confirmado hace poco ojeando su web.
Más de una década, como decía su lema, al servicio de la juventud y ahora se echará de menos la posibilidad de visitar la tienda de la Calle Roteros para comprarte un jersey Madcap, una chaqueta Monkey o una camiseta de Los Bingueros. Aunque siempre quedará en el recuerdo el trato distendido y la conexión juvenil del gijonés de las matinales (el ambiente de la tarde lo conocía menos), sus empáticas rebajas con las compras generosas y su morriña sportinguista y de los Dr. Explosion. Con una pegadiza melodía de Los Granadians sonando de fondo.
Sí, será una pena no volver a equivocarme yéndome hacia los probadores a la hora de regresar a la calle, pero consuela que la frescura de este proyecto ya ha quedado estampada para siempre en la estética valenciana.
Hasta siempre y, citando la despedida virtual, sed felices!

domingo, 23 de mayo de 2010

El nacionalismo moderado vasco (II). Sabino Arana y el primer nacionalismo vasco




A la hora de analizar el nacimiento del nacionalismo vasco es imprescindible e inevitable detenerse en la comprensión de la relevancia de la figura crucial de Sabino Arana y el momento histórico que le tocó vivir, ya que sólo así pueden entenderse una serie de mentalidades e inercias que han marcado la trayectoria del nacionalismo vasco con su huella indeleble y la de su mayor activo político, el PNV.
Para glosar más consecuentemente la decisiva aportación de Arana a la formación del nacionalismo vasco es interesante hacer mención también a una serie de coyunturas e hitos que jalonan su trayectoria vital y política. De su juvenil filiación carlista pasará a abrazar el credo nacionalista, según él, por la revelación hecha al respecto por su hermano Luis Arana, futuro miembro de alto rango del PNV. Otras circunstancias que marcarán su vida van a ser el delicado estado de salud que habitualmente manifestará el de Abando y el largo tiempo pasado fuera de su localidad natal, que le creará una impresión más brusca si cabe de la modernización acaecida en Vizcaya.
En lo concerniente a su producción intelectual, es reseñable la publicación en 1892 de Bizcaya por su independencia. Cuatro glorias patrias, obra que presentaba ya las principales claves de su particular interpretación de la historia vizcaína (el bizkaitarrismo predominaba en los primeros textos de Arana, pero pronto se decantaría por expandir sus ideales rebasando el límite provincial) y vasca, que pivotaba sobre la hipótesis de la soberanía originaria y la trayectoria histórico-política en libertad de Vizcaya desde tiempos inmemoriales hasta el siglo XIX. La pérdida de la independencia vizcaína no sólo la achacaba a la conquista militar y a la transgresión del derecho por parte de la Monarquía española, sino también a la propia españolización del “pueblo vizcaíno”, cuya regeneración constituía condición sine qua non para un futuro en libertad.
Para Arana, Fueros vascos y Constitución española eran incompatibles. Por eso, reivindicaba la derogación no de la ley de 1876 sino de la ley de 1839, que confirmaba los Fueros pero subordinados a la unidad constitucional de la Monarquía española. A su juicio, el verdadero fuerismo era sinónimo de separatismo, de forma que la recuperación de los Fueros anteriores a 1839 supondría la vuelta a una situación de plena independencia. Su interpretación de la historia vasca partía de los fueristas, pero rompía con éstos al rechazar todos los nexos de unión entre los territorios forales y la España del Antiguo Régimen: la coincidencia en una misma persona desde el siglo XIV de los títulos de Señor de Vizcaya y rey de Castilla era una mera unión personal, pero no supuso la incorporación institucional de Vizcaya a Castilla; las provincias vascas constituyeron Estados independientes de España y entre sí hasta el final de la primera guerra carlista en el País Vasco (1839). En esta retahíla de asertos se percibe el carácter dogmático e historicista de la doctrina araniana y la influencia que denota la misma por parte de los mitos históricos y la literatura decimonónica. En este sentido es destacable la potencialidad milenarista de la profundización en la tradición del imaginario sabiniano, que enlaza la mitología tradicionalista con la ideología milenarista, cuyo protagonista hace también gala de su autoconciencia mesiánica. El esquema milenarista es útil para abordar el aparente desajuste existente entre la burguesía nacionalista vasca y su ideología religioso-populista, que sólo encuentra explicación cuando se reconoce bajo el nacionalismo político vasco, y como su permanente fermento, una reacción nativista, de carácter sociorreligioso que responde a la dislocación de una sociedad tradicional idealizada en unos términos ideológicos que son necesariamente deudores de la mitología que sacralizaba aquélla .
En 1893 se produjeron las primeras presentaciones en sociedad de las pioneras ideas de Arana, destacando su discurso de Larrazábal y la aparición de Bizkaitarra, el primer medio de comunicación de masas que Sabino puso a disposición del nacionalismo vasco. La mecha de sus ideas prendió inicialmente sólo entre los estratos de la pequeña burguesía bilbaína ligada a actividades “preindustriales” o mercantiles tradicionales, amenazadas por el orden económico vigente, pero ello fue ya suficiente para que se decidiera a fundar el Euzkeldun Batzokija, organización de la que toma su antigüedad y su fecha de nacimiento (31 de julio de 1895) el PNV. Este partido se constituyó bajo unos inequívocos principios rectores: su carácter endógeno, el integrismo religioso y la interpretación de la soberanía en clave dinámica e independentista.
La apelación a la movilización y participación popular fue, sin duda, uno de los más significativos elementos de la aportación sabiniana. En este sentido se insertan las constantes iniciativas del fundador del PNV tendentes a dotar al movimiento nacionalista vasco de un aparato propagandístico y mediático que reforzase su popularidad.
La primera etapa del nacionalismo aranista es la de sus planteamientos más radicales y antiespañoles, naciendo así un nacionalismo vasco enfrentado a España. Este nacionalismo se revela como esencialista, residiendo su razón de ser en la raza vasca y la religión católica. La legitimidad de su formulación nacionalista es providencialista, considerando que la nación vasca, al igual que el resto de las existentes, es obra de Dios.
La visión del pasado histórico más reciente que domina en la mentalidad de Sabino es pesimista y lamenta que la decadencia del pueblo vasco se deba a desconocer su propia historia y a haber perdido su conciencia nacional, culminando su degeneración en el siglo XIX con la desaparición de los Fueros.
La faceta integrista de la ideología propagada por Arana se manifiesta a la perfección en un par de proclamas: “Bizcaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”. Por eso, aclara que su grito de independencia “sólo por Dios ha resonado”. De estas declaraciones se desprende que la finalidad última de su doctrina no es política sino religiosa y ultraterrena: busca salvar a los vascos escatológicamente. Su recurso a la independencia no es más que el medio necesario para separarse de la España liberal, declarándose en consecuencia clerical, anti-liberal y anti-español.
Otra apoyatura de su proyecto político es el concepto racial, en base al cual se postula a favor de construir una Confederación de Estados vascos con los antiguos territorios forales de ambas vertientes pirenaicas. Para cuadrar esta materialización territorial con su inspiración racista crea hábilmente la voz “Euzkadi”, que significa conjunto de “euzkos” o vascos de raza, para así desestimar el uso de la locución “Euskal Herria” (pueblo que habla la lengua vasca).
Lo antedicho acabaría por configurar una futurible sociedad excluyente en la que sólo cabrían los vascos de raza y católicos confesionales y ello podría resumirse en el significado de las siglas del lema sabiniano JEL (Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra, Dios y Ley Vieja).
Pero en la enunciación de la ortodoxia de su doctrina no acaba la carga aranista contra los que él considera enemigos de Euskadi y mediante la que va configurando su programa político. En la Vizcaya de la revolución industrial, Arana se enfrenta tanto a la oligarquía bilbaína liberal conservadora que gobierna la provincia económica y políticamente, como sobre todo al movimiento obrero socialista por ser ateo, revolucionario y en gran parte foráneo, surgiendo el fenómeno xenófobo del antimaketismo como la manifestación más virulenta del antiespañolismo aranista. Las raíces carlointegristas del primer nacionalismo vasco son visibles en su anticapitalismo congénito: ataca al gran capital vizcaíno por destruir la sociedad tradicional y atraer a obreros inmigrantes a trabajar en sus minas y sus fábricas. He aquí lo curioso que resulta que la idealización de una utopía tradicionalista que se queja por las consecuencias que acarrea la industrialización se elabore desde un ámbito urbano.
En resumen, podemos calificar el ideario sabiniano como reactivo, esencialista, dualista y antitético. La afirmación de la identidad vasca constituyó el núcleo fundamental de la formulación doctrinal del nacionalismo que Arana auspició, no dependiendo en sus teorías el ser nacional de la conciencia o de la voluntad de las personas para constituir una unidad nacional, sino de la preexistencia de unas señas de identidad objetivables: comunidad de raza, de lengua, derechos históricos, costumbres, tradiciones, etc.
La concepción racial de Arana se enmarca en el período de mayor auge de la literatura racista y está también azuzada por su particular visión del proceso de industrialización vizcaíno y la fuerte inmigración. Ante las innovaciones asociadas a este fenómeno, Sabino promueve una corriente antimaketa intolerante para preservar la pureza de la raza vasca de la agresión que observa por parte de la población inmigrante.
Las consideraciones de Arana sobre la lengua vasca están supeditadas a la preponderancia del requisito racial expuesto en el anterior párrafo. Proclama la necesidad de conservar, promocionar y difundir el euskera, pero también piensa en aplicar los clásicos esquemas segregacionistas que implicarían impedir su aprendizaje a todos aquellos que no formaran parte de la comunidad nacional racial vasca.
Por otra parte, en virtud de la ya glosada independencia originaria y la libertad inmemorial de los territorios vascos que Sabino Arana remite a su concepción constitucional de los Fueros, éstos serán considerados por él como códigos nacionales, expresión de la soberanía vasca y del derecho a regirse los vascos por sí mismos.
Por último, a lo dicho sobre el componente religioso que envuelve al imaginario del nacionalismo aranista hay que añadir que su creador aboga por una estricta separación entre las esferas civil y religiosa.
Estas notas son las básicas y distintivas del nacionalismo vasco de raíz sabiniana, las cuales supondrán el corpus del mensaje inicial que el PNV transmitirá a sus adeptos. Sin embargo, a pesar de su innegable permanencia en la tradición del nacionalismo vasco procedente de la estirpe política de Sabino y de su valor cohesivo, también estas características son susceptibles de ser matizadas o revisadas (aunque tampoco en profundidad) con el tiempo y la coyuntura como principales auspiciantes de las variaciones. Estas nociones son válidas tanto para analizar la trayectoria de Sabino Arana como la del PNV, las cuales pasaremos a tratar a partir del siguiente punto de este análisis.

sábado, 22 de mayo de 2010

Digital (Joy Division)


Oscuridad en mi habitación, atenuada sólo por el foco del flexo, y un largo temario por estudiar. Sin duda, necesito ya 24 horas seguidas de fiesta.

martes, 18 de mayo de 2010

Ozores, único



Quizás resulte un tanto agorero aprovechar una necrológica para volver a darle un poco de vida a este comatoso blog. Exigencias y prioridades obligan forzosamente a parones que se alargan por inercia más de lo que debieran. No obstante, una noticia de relativa actualidad propicia la reentré y tal vez la dinámica de actualizaciones cambie. O no.
El caso es que el fallecimiento de Antonio Ozores brinda la oportunidad de homenajear a un actor único en su especie. Con estilo propio y una perfecta mimesis entre sus aristocráticos personajes remilgados a la par que despistados y ese aura de excéntrico que exquisitamente encarnaba. Desde la caricatura de las más rentistas y desnortadas capas altas de la sociedad nos ayudó a reírnos, que buena falta hacía, de la España de la Transición, ejerciendo de cómico complemento a la mordaz visión del chaqueterismo patrio de Vizcaíno Casas. Sí, Vizcaíno Casas, que en este espacio no se veta el reconocimiento del talento por cuestiones ideológicas o marginaciones cejijuntas.
De hecho, la independencia de Ozores entronca con lo mejor de su registro, esa cualidad de singularizarse en medio de los estereotipos. El orgullo legítimo de ser un poco raro. Creador de un lenguaje irreproducible e igualmente intransferible y de una progenie detentadora de las esencias artísticas de la casta, especialmente Emma.
Creo que me enfundaré mi camiseta de Los Bingueros (junto a Yo hice a Roque III y Los Autonómicos uno de los filmes en los que más disfruté de su participación) como tributo con el que honrar a la parte viva (Pajares y Esteso) y a la inmortal de un género autóctono que en el marco del posthumorismo imperante aún emerge como inmanente influencia.

domingo, 17 de enero de 2010

Presentació Proa a Isla Tortuga


Divendres passat assistírem a la presentació de la versió en castellà de la novela de Josep Vicent Miralles "Proa a Isla Tortuga", prèviament donada a conèixer en societat en El Piló de Burjassot.
L´acontenyiment es va celebrar en l´Slighterhouse de Russafa, en gran èxit de públic i un ambient de cordialitat i diversió, garantisat per les condicions del local elegit, el qual va permetre posar també ràpidament proa a la barra, com es digué en l´introducció.
Menció especial per a la picaeta preparada per a l´ocasió, la qual entusiasmà la concurrència, i el debat sobre les cames de la portada.
Ara a llegir, que el món s´acaba.