sábado, 26 de diciembre de 2009

Felices dieciséis



Un filme imprescindible para los que disfrutan de las tramas a pie de calle, desbordantes de las aristas de una existencia desequilibrante y un estado de ánimo rayano en el melodrama.
Otra producción de Ken Loach que entronca con la inestabilidad de una working class a la que el stablishment envía al extrarradio urbano y, por ende, de la sociedad.
El habitual cine de compromiso social del director se aliña en esta ocasión con una historia intimista y conmovedora, la de un imberbe antihéroe que se da de bruces con el statu quo en su denodada búsqueda de un futuro digno para su familia.
Por otro lado, volvemos a ver una magnífica descripción del ambiente del suburbio británico y del modus vivendi de los hampones autóctonos. Sórdida mezquindad a caballo entre el hogar desestructurado, el gimnasio y la discoteca con la frenética circulación de papelas como hilo conductor.
No menos interesante resulta la disección que Loach efectúa de la subcultura chav, el equivalente de los canis hispanos. Obsesión por la ostentación, carencia de reivindicaciones y pedigrí de barriada bajo un armazón del último grito en ropa deportiva y algún complemento Burberry.
Tan lejos y tan cerca, Loach fabrica una película que logra generar empatías y nos traslada directamente a la refriega con los chungos del barrio al grito de "hey you!"

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