miércoles, 8 de julio de 2009

Cambio y adaptación en la izquierda. La evolución del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida (1986-2000)


Antes de pasar a estudiar el tema que se reseña en el título, el profesor Ramiro Fernández realiza una pertinente introducción a nivel genérico que se inicia con un avance de las causas que van a incidir en las características del caso presentado.
En primer lugar, constata la existencia de crisis y cambios en los partidos políticos europeos de finales del siglo XX y especialmente en los comunistas. A grandes rasgos, estos partidos han tenido que hacer frente, a veces simultáneamente, a una ruptura del consenso interno de su organización, a la aparición de signos inequívocos de pérdida de respaldo popular y a una competición electoral más diversificada.
La aparición de IU, que es el partido en el que se centra la obra, se enmarca en el tema más amplio de la crisis de los partidos comunistas occidentales, a la que no escapó tampoco el PCE. Los comienzos de esta etapa convulsa hay que situarlos a finales de los años setenta, en los que el auge del impreciso concepto y de las estrategias del “eurocomunismo” parecieron abrir un marco de perspectivas positivas para los partidos comunistas que son en el texto objeto de estudio. Estas expectativas se vienen abajo durante los ochenta, década en la cual estos partidos empezarán a perder relevancia social, política y cultural de una manera progresiva y tras el reforzamiento que habían vivido en la anterior.
La explicación de las causas de este declive es multidimensional. Influyen factores estructurales relacionados con la descomposición de la base social y electoral sobre la que se apoyaban los partidos comunistas y coyunturales, como el descrédito que a ojos de la sociedad occidental estaba labrándose el modelo político soviético. Por otra parte, las estrategias organizativas y políticas elegidas como respuesta a un medio en transformación que mostraba rasgos desfavorables acabaron sumiendo también a los colectivos citados anteriormente en la ya mencionada decadencia.
Los comunistas europeos han tomado diferentes caminos para solucionar esta situación perjudicial. Teniendo en cuenta los matices que caracterizan las posiciones adoptadas por cada uno, podemos definirlas en el marco de un continuo que separa a los que decidieron mantenerse fieles a la identidad comunista de los que optaron por abandonarla y remozar sus programas recurriendo a los postulados socialdemócratas y/o de las New Politics.
El caso del PCE destaca por la intensidad que adquiere su crisis, que mostrará la incidencia de los aspectos que antes dijimos a nivel general que contribuyeron al ocaso de los partidos comunistas europeos. Las posturas moderadas y eurocomunistas propugnadas por los dirigentes del PCE y su flexibilidad estratégica tendente a consolidarse como un actor político de relieve en España no obtendrán los réditos esperados y situarán a los comunistas españoles en una posición marginal en el sistema de partidos tras sus decepcionantes resultados electorales. Estos fracasos ocasionan controversias entre los militantes y los dirigentes del partido y contribuyen a la división del mismo y a su debilitamiento organizativo.
Para dar respuesta a esta crítica coyuntura, la formación impulsará la coalición de partidos IU en 1986, gracias al acuerdo de varias fuerzas políticas a la izquierda del PSOE. Esta búsqueda de resoluciones a la crisis del partido destaca por lo temprano de su implementación y por adelantar algunos de los cambios que después afectarían a otras organizaciones comunistas europeas. La vía escogida podemos considerarla como “intermedia”, si nos atenemos a las adoptadas después por muchos partidos comunistas occidentales. IU proporciona los contenidos relacionados con las políticas de los actores de nuevo tipo y el PCE cede funciones a la nueva organización pero mantiene la garantía del mantenimiento de la identidad comunista en el seno de la misma, ayudado por su posición predominante en ella. Vemos aquí ya un ejemplo en este proyecto de síntesis entre las respuestas a los interrogantes que plantea el ambiente (escenificados básicamente en términos de resultados electorales) y las decisiones de carácter ideológico que marcan también la evolución de los partidos.
El ejemplo de IU y el PCE entronca con las teorías que estudian los cambios en las organizaciones partidistas, que parten de dos enfoques principales: el que asume las variaciones como respuestas graduales y adaptativas a los cambios estructurales del ambiente y el que los considera como fenómenos discontinuos en los que sobresale el papel de los actores.
Para el autor es imprescindible recurrir a una tipología de los partidos para facilitar sus análisis. Teorías como las de Duverger y Kirchheimer señalan la existencia de modelos de desarrollo que han ido configurando las hegemonías de diversos tipos de partidos: los de cuadros, los de masas y los catch all, por este orden cronológico. Soslayando estas pautas evolucionistas podemos citar también la aparición de denominaciones como las de partido cartel y modern cadre party.
En las corrientes que propugnan que los cambios de los partidos son fenómenos discontinuos interesa conocer la visión de Panebianco, que señala que el comportamiento partidista sería el resultado de la interrelación entre decisiones deliberadas y presiones organizativas, ambientales y estructurales. El cambio sería producto de un estímulo externo, que actuaría de catalizador (por ejemplo, unos resultados en unas elecciones), y de factores de tipo externo que ya se encontraban modificando la estructura del poder. Esta perspectiva que enfatiza la incidencia de la competición electoral lleva a Downs a pensar que los partidos adoptan únicamente estrategias relacionadas con las teorías de la elección racional que se fundamentan en maximizar sus condiciones para acaparar votos. Esta visión es unidimensional y autores como Robertson la enriquecen añadiendo a este objetivo prioritario la necesidad de mantener complacida a la militancia, que puede imponer límites a las políticas de crecimiento electoral del partido en función de sus intereses y de la ortodoxia de la organización. Estos condicionantes de tipo externo influirán en la persecución de los principales objetivos de los partidos (votos, política y gobierno).
En los siguientes capítulos del libro de Ramiro puede verse la influencia de las distintas ideas teorizadas anteriormente en el caso de IU, ciñéndonos a su trayectoria entre 1992 y 2000, aunque sin perder de vista las inquietudes que originaron la federación en 1986 y que han marcado su posterior desarrollo.
Partiendo de los factores externos que dieron lugar a la formación de IU para solventar la crítica situación que vivía el PCE a principios de los ochenta, la centralidad de los intereses de la nueva entidad durante esa década residirá en la competición electoral. Una vez conseguidas la institucionalización y la consolidación del nuevo partido, a principios de los años noventa pasará a ser prioritaria la reorganización interna, en la que el PCE deberá jugar un papel primordial, tal como sus militantes y directivos deseaban.
La configuración de IU como movimiento político y social que se encargaría de la mediación con la sociedad se complementaría con la pervivencia del aparato del PCE, que no quería perder su posición de primacía en el ámbito de la federación de partidos, lo que le llevó a fomentar la cohesión entre sus afiliados y a preservar sus estructuras organizativas más útiles. Pero estas maniobras originaron también disputas en el seno de IU, como las que auspiciaba la corriente Nueva Izquierda, que apostando desde los primeros noventa por la moderación ideológica y la amplificación de los ideales que encarnaba IU se enfrentó con el PCE hasta el punto de formalizar en 1996 el PDNI dentro de IU. La imagen de desunión y las posturas rebeldes de algunas agrupaciones territoriales desacreditaron públicamente a IU, por lo que a finales de la década de los noventa se llevó a cabo la salida/expulsión de los miembros del PDNI.
Durante la etapa 1992-2000 la búsqueda de beneficios electorales no influyó excesivamente en las decisiones de tipo organizativo de la dirección del PCE, quedando este período más destinado a la definición del modelo de IU.
Después de repasar las características de la evolución de IU en el período antes reseñado, es importante observar los resultados electorales del partido con el fin de sacar algunas conclusiones más, especialmente por lo que respecta a la competencia establecida en el sistema de partidos con el PSOE.
Las cifras nos indican un ascenso electoral ininterrumpido de IU desde 1986 hasta 1996. En los comicios de 1999 y 2000 se produce un drástico descenso electoral que rompe la anterior tendencia de crecimiento. Durante los años de apogeo de la formación comunista el número de votos se incrementó más porcentualmente en las provincias que no podían considerarse como bastiones electorales del partido. En las circunscripciones que han sido graneros de voto para IU es en las que mayor correlación se ha podido percibir entre los resultados electorales de IU y el PSOE, especialmente cuando los resultados de los comunistas han sorprendido positiva o negativamente. La evolución de ambas fuerzas políticas ha estado relacionada, principalmente en los ascensos electorales de IU coincidentes con los decaimientos del PSOE. Esto nos muestra la dependencia relativa que IU manifiesta hacia los antiguos votantes del PSOE por lo que respecta a la llamada volatilidad intrabloques, a pesar de que, salvo en las elecciones de 1989, el porcentaje de electores de IU que cambiaban su voto hacia el PSOE fue siempre mayor que el de antiguos electores de éste que lo hacían a favor de IU.
Por otra parte, puede recalcarse que los votantes de IU siempre se han ubicado en la escala ideológica en una posición más moderada que en la que situaban a su partido. Por el contrario, los votantes socialistas se situaban más a la izquierda que su partido. Los votantes que eran objeto de transacción entre IU y PSOE solían ubicarse en posiciones más moderadas que las que ocupaba IU en la línea de identificación ideológica.
Además de la superposición ideológica que muestran estos datos, cabe mencionar también que el electorado comunista ha sido menos fiel que el socialista, pasando más fácilmente el primero a engrosar las filas del segundo.
El intervalo que va desde las elecciones generales de 1989 (en las que IU se mostró especialmente competitiva con el PSOE) a las de 1993 supone un punto de inflexión en la trayectoria de la lucha electoral entre ambas formaciones. A pesar de que el crecimiento de IU se estaba nutriendo en esa etapa básicamente de la captación del electorado moderado situado a su derecha, el partido optó por radicalizar los principios que guiaron su acción política después de los comicios de 1993, desdiciendo la teoría downsiana que hubiese abogado por la maximización de la anteriormente fructífera estrategia electoral. Pero esta competencia entre los partidos que precede incluso a la restauración democrática de la Transición no siguió siempre las mismas pautas de acción en lo tocante a IU. La aceptación de la entrada de España en la OTAN por parte del PSOE propició un impulso aglutinador en las fuerzas políticas ubicadas a la izquierda de los socialistas que cohesionó a diversos partidos bajo las siglas de IU (entre ellos el PCE, como precursor de esta federación).
El análisis de la realidad política del momento va a posibilitar que la táctica empleada por IU desde su creación sea la de atacar al PSOE identificándolo como partido de derechas y responsabilizándolo subsidiariamente del paulatino crecimiento del PP.
A finales de los ochenta y ante el ascenso electoral de AP, se articulan mayores espacios de diálogo y colaboración por parte de IU, aunque sin dejar de lado la feroz crítica a los socialistas ni las posiciones de oposición abiertas a eventuales pactos. Sin embargo, los magníficos resultados de IU en las primeras convocatorias electorales de los años noventa cambiaron la planificación de los directivos de IU. Ahora se trataba de implementar la estrategia del sorpasso, esto es, el adelantamiento electoral del PSOE por IU. Se daba una vuelta de tuerca a las dinámicas de enfrentamiento opositor contra el PSOE y la intención era hacer ver que IU iba a ser la fuerza política que hegemonizaría las políticas izquierdistas en España. Esta decisión conllevaba diferenciarse lo máximo posible de las actuaciones de los socialistas, lo cual también fue consolidando una imagen poco dialogante y cerrada de IU.
Las elecciones de 1996 supusieron el fracaso en la práctica de la vía del sorpasso, por lo que durante los años siguientes a las mismas sucedieron problemas al interno del partido que acabaron con las expulsiones de los miembros del PDNI y que, en gran medida, estaban relacionados con las distintas opiniones existentes en el partido sobre cómo debía ser la relación del mismo con el PSOE en el marco de la primera legislatura de gobierno del PP.
La sistemática oposición al PSOE se fue debilitando, aunque seguía siendo relativamente persistente, llegándose a los decepcionantes resultados de la triple convocatoria electoral de 1999. Sirvieron como indicadores de que el partido había empleado una táctica equivocada a la hora de seducir a los electores, lo que originó una transformación total de la relación con el PSOE, pasándose a un período caracterizado por los acuerdos y la oposición conjunta al PP. La negativa coyuntura que debió afrontar IU en vísperas de las elecciones generales de 2000 provocó el advenimiento de un pacto electoral entre los dos partidos preponderantes de la izquierda española, ya que las encuestas vaticinaban unos pobres réditos para IU tras estos comicios y el partido había sufrido la retirada de la vida política por enfermedad de su líder Anguita.
En este momento y orientada por los fracasos en las últimas elecciones celebradas, IU dejaba de priorizar la defensa de su identidad frente a la posibilidad de alcanzar acuerdos con el PSOE, tomando un camino de mayor moderación que hasta entonces era el que los estudios demoscópicos habían percibido como más acorde a la identificación ideológica de su electorado y con el refuerzo de la competitividad del partido.

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