martes, 18 de mayo de 2010
Ozores, único
Quizás resulte un tanto agorero aprovechar una necrológica para volver a darle un poco de vida a este comatoso blog. Exigencias y prioridades obligan forzosamente a parones que se alargan por inercia más de lo que debieran. No obstante, una noticia de relativa actualidad propicia la reentré y tal vez la dinámica de actualizaciones cambie. O no.
El caso es que el fallecimiento de Antonio Ozores brinda la oportunidad de homenajear a un actor único en su especie. Con estilo propio y una perfecta mimesis entre sus aristocráticos personajes remilgados a la par que despistados y ese aura de excéntrico que exquisitamente encarnaba. Desde la caricatura de las más rentistas y desnortadas capas altas de la sociedad nos ayudó a reírnos, que buena falta hacía, de la España de la Transición, ejerciendo de cómico complemento a la mordaz visión del chaqueterismo patrio de Vizcaíno Casas. Sí, Vizcaíno Casas, que en este espacio no se veta el reconocimiento del talento por cuestiones ideológicas o marginaciones cejijuntas.
De hecho, la independencia de Ozores entronca con lo mejor de su registro, esa cualidad de singularizarse en medio de los estereotipos. El orgullo legítimo de ser un poco raro. Creador de un lenguaje irreproducible e igualmente intransferible y de una progenie detentadora de las esencias artísticas de la casta, especialmente Emma.
Creo que me enfundaré mi camiseta de Los Bingueros (junto a Yo hice a Roque III y Los Autonómicos uno de los filmes en los que más disfruté de su participación) como tributo con el que honrar a la parte viva (Pajares y Esteso) y a la inmortal de un género autóctono que en el marco del posthumorismo imperante aún emerge como inmanente influencia.
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