miércoles, 10 de junio de 2009
Música y provocación política
Sabido es por todos que, pese a los nuevos programas de cantantes prefabricados y retroalimentación de la radiofórmula, la música ha servido usualmente para canalizar también ideas políticas o de cambio social.
Lo tenían en cuenta los que escuchaban a Elvis a escondidas o los que vibraban con Labordeta ante la inminencia de un nuevo amanecer político.
Son sólo dos ejemplos que nos recuerdan cómo la música ha vehiculizado sentimientos sociopolíticos, pero en esta entrada voy a centrarme en algo mucho más superficial.
Algo que, en realidad, también viene de tan atrás como la relación entre música y política. Me refiero a la provocación política vinculada a ciertas formas musicales.
A veces no bastan las trazas de la tribu urbana y resulta oportuno tirar de la simbología más politiquera para soliviantar un poco a la sociedad bienpensante.
No seré yo el que me ponga a criticar ahora este recurso.
De hecho, siempre me hizo cierta gracia y me llamó la atención. Pienso que así hay que tomárselo. Bien lo sabía el manager de los Sex Pistols cuando les aconsejó que la liaran parda en un show televisivo para ultraje de la facción más puritana de la sociedad británica. Cuentan que más de uno afirmó que aquella noche había arrojado la televisión por la ventana. Mejor, así a lo mejor se ahorraron ver los reality shows que vendrían después.
Tanto los Sex Pistols como The Ramones fueron de los primeros grupos famosos en utilizar simbología del III Reich (cruces gamadas, uniformes nazis, etc.). Imaginaos la gracia que tuvo que hacerle a la generación más longeva y carca que se jactaba de haber combatido a los nazis. Huelga decir que el objetivo era provocarles y transgredir en el sentido que el punk propugnaba.
Mientras tanto, otros grupos como The Clash apostaban por la vinculación izquierdista más militante, como lo demuestra, por ejemplo, la edición del álbum Sandinista.
Estas tendencias tuvieron su repercusión en la piel de toro y el personal se hizo eco de este uso de simbología nacionalsocialista. Desde el uso que le daban a las eses en su merchandising grupos como Seguridad Social o las Vulpess, a los saludos romanos del cantante de Los Ilegales, pasando por la estética hitleriana de Glutamato Ye-yé o la frase "Hola, somos Gabinete Caligari y somos nazis" con la que el grupo de Jaime Urrutia solía comenzar sus conciertos en su época más siniestra. En el marco de su transición desde el afterpunk a lo que Umbral definió como rock torero destacan canciones como "¿Cómo perdimos Berlín?" o "Héroes de la URSS".
Tampoco podemos olvidar "El imperio contraataca" de Los Nikis, pedazo de tema irónico sobre las cenizas de la grandeur española y que ha dado lugar a mil conjeturas, todas equivocadas, sobre el afán patriótico-nacionalista de la canción.
En el otro flanco destacarían los siempre cachondos y corrosivos temas de Siniestro Total (a su batería se le puede ver en un programa de TVE con camiseta de Brigate Rossa), con referencias a la Liga Armada Galega en "Minha terra galega", títulos como "Vil Guerra Civil" o letras como la de "Fuimos un grupo vigués" con estrofas que hoy no pasarían el corte de alguna ley antiterrorista, tales como "el hacha no mata a la serpiente" o "el primero es el día de octubre señalado".
Estos conatos de provocación politiquera tuvieron su correlato en la naciente escena de la música oi! (estilo mestizo entre el punk y el ska acuñado por el periodista inglés Gary Bushell) estatal con los pioneros barceloneses Decibelios importando la temática skin y cientos de bandas que continuarían manteniendo viva esta escena, la cual tampoco fue ajena a la politización heredada de una Inglaterra en la que Skrewdriver (el grupo de Ian Stuart) y el aprovechamiento propagandístico del National Front partieron por la derecha este pujante movimiento musical nacido de las cenizas de un punk que empezaba a percibirse como domesticado.
En España se reprodujo con efectos retardados esta división entre apolíticos, izquierdistas y seguidores del rock nacionalista o RAC (Rock Against Comunism) y, retomando el hilo ochentero, destacó en estos lares por su vitalidad y politización la escena vasca (etiquetada como Rock Radical Vasco). Resulta obvio citar el papel de Kortatu y reconocer también la posición antipolítica de grupos como Eskorbuto, que cortaron de raíz con la izquierda abertzale y lo demostraron en canciones como "Cuidado!" o "Haciendo bobadas" (nótense las iniciales de las palabras).
Quizás con la llegada del desencanto atribuible a toda normalización democrática se acabaron las ganas de transgredir utilizando este tipo de provocaciones politiqueras. Otras sociedades, como las del Este de Europa, están pasando actualmente por momentos parangonables a aquella eclosión político-musical que vivió España en los ochenta. Por razones comprensibles, están articulando su rebeldía provocativa en términos anticomunistas.
El empleo de simbología totalitaria por parte de los conjuntos musicales gustará más o menos, pero lo que es seguro es que nos estamos volviendo o demasiado serios o demasiado previsibles.
Malos tiempos para la lírica anarcocomunistanacionalsocialista.
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