jueves, 2 de abril de 2009
Jean Thiriart, "de Brest a Vladivostok"
Ya he avisado en otras ocasiones de mi curiosidad por el conocimiento de ideologías que trascienden los ejes de lo políticamente correcto, sin que ello implique apoyo o comprensión por mi parte. Esta última aclaración resulta si cabe más prudente cuando te dispones a escribir sobre un personaje que entronca con el paneuropeísmo de evidentes raíces fascistas.
En el marco del buenismo maniqueo que caracteriza a nuestra sociedad hablar en términos relativamente laudatorios sobre Ernesto Guevara se considera saludable y normal (también la apología simbólica directa). Dándole la vuelta al espectro político presentaré sin este tipo de recursos a un protagonista en principio diametralmente opuesto, pero con una trayectoria igualmente plagada de utopías relacionadas con un proyecto al que, por su heterodoxia, me ha resultado muy interesante seguirle la pista. A lo mejor, al final descubrimos incluso alguna coincidencia entre el Che y Thiriart.
Como suele pasar en estos casos extremos, son los enemigos los que dan fuerza al relato.
Jean Thiriart (1922-1992) fue un antiguo colaboracionista belga que fundó en 1963 la organización Jeune Europe (JE). Lo que en principio parecía una formación más de extrema derecha devino pronto en un movimiento europeísta defensor de la creación de un bloque político-económico independiente y alternativo tanto al comunismo como al capitalismo.
El movimiento fundado por este óptico relegó a un segundo plano las cuestiones relacionadas con el III Reich y los elementos racialistas en su discurso. En su haber se encuentra también la apropiación de la cruz céltica como símbolo de esta "vía tercerista" neofascista.
En los albores de JE Thiriart contó con el apoyo de la Unión Minera del Alto Katanga (favorable a la secesión katangueña de Congo), sectores neocolonialistas de Congo, la policía secreta salazarista y la Organisation Armée Secrète (OAS).
Sin embargo, el antiamericanismo de JE ganó terreno a su anticomunismo y en 1965 la organización se refundó mediante el Parti Communautaire Europèen (PCE). Como impulsor entonces de un socialismo europeo no marxista, Thiriart empezó a apoyar al régimen castrista, a los Black Panthers y al Vietcong, convirtiéndose la URSS en un potencial aliado de su movimiento.
Thiriart trató de recabar solidaridades mediante contactos sirios, argelinos, egipcios, palestinos, rumanos, yugoslavos, soviéticos y chinos en su intento de promover una unidad de acción antiimperialista entre Asia, América Latina (donde se planteó instaurar una organización paralela con ideas cercanas a las que postulaba el peronismo), África y Europa. La piedra angular de su combate residía en la consecución de medios y bases logísticas para formar unas Brigadas Europeas internacionales.
Esta sinuosa y extravagante carrera política alzó la sospecha de la subordinación del belga a intereses de ciertos servicios de información. Otra circunstancia cuando menos paradójica estriba en que la retórica anticapitalista y antiimperialista de este paneuropeísmo propició la militancia en estas organizaciones de futuros dirigentes de grupos de extrema izquierda como Brigate Rosse. No en vano, el primer europeo fallecido en las filas de Al-Fatah fue Roger Coudroy, miembro de JE.
Si, por una parte, los movimientos nacional-revolucionarios del neofascismo beben de las ideas incubadas por ideólogos paneuropeístas como Thiriart, singladuras tan singulares e inclasificables como la de este teórico han llevado a autores como Xavier Casals a denominar su "movimiento de liberación europea" como una suerte de "guevarismo neofascista".
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