lunes, 30 de marzo de 2009

"Si vives, no se gana nada; si mueres, no se pierde nada"


No es que me haya dado por el nihilismo ahora de repente, simplemente ponía de manifiesto un estremecedor lema de los Jemeres Rojos camboyanos.
Como persona interesada en el estudio de los totalitarismos de diverso signo encuentro en este régimen el paradigma de un genocidio con mayúsculas. Las dimensiones del marco político en el que se ejecutó hacen difícil que el número de finados pueda emular a los contabilizados bajo las dictaduras de Hitler y Stalin, pero en proporción estamos hablando de un cuarto de la población nacional, aproximadamente dos millones de personas.
Cuesta creerlo y, cuando el Dalai Lama hablaba semanas atrás del infierno en la tierra, no se me ocurría un ejemplo más concluyente que el del sistema de Pol Pot.
Desalojo de las ciudades en el marco de un régimen agrario de corte maoísta, separación de las familias, abolición de la propiedad privada (salvo para las vanguardias dirigentes de la Organización, como pasa en todas estas dictaduras, la "nueva clase" emergente y dominante), supresión de la educación, utilización intensiva de los campos de concentración, exterminio sistemático del sospechoso por las razones más peregrinas...
Son sólo las descripciones textuales del horror y de uno de los genocidios más insólitos cometidos en nombre de una ideología. Acaecido, por otra parte, durante el segundo lustro de la década de los setenta, lo cual lo hace más hiriente a día de hoy por haberse suscitado en fechas que todavía nos resultan cercanas.
El hecho de que Pol Pot, el Hermano Número 1, falleciera en libertad revela nuevamente el fracaso y la inoperancia, muy a su pesar, de las instituciones de justicia internacional.
A mediados de febrero empezaron los juicios contra algunos de los máximos responsables de la atroz revolución. Tarde y sin prácticamente víctimas supervivientes a las que ofrecer la reparación de las previsibles sentencias, al menos cabe esperar que la fuerza ejemplificadora que emane del juicio y la repercusión que adquiera el relato de los desmanes sirvan para evitar que ni Camboya ni ningún otro Estado del orbe tengan que volver a pasar por semejante desgracia.
Tengo entendido que "Camboya, año cero", obra de François Ponchaud publicada en 1977, constituye el primer libro que verificó los sucesos del genocidio. Si algún lector conoce otros volúmenes o películas recomendables que relaten la historia de los Jemeres Rojos se agradecería que compartiera sus conocimientos.

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