viernes, 27 de marzo de 2009

Bakalas reconvertidos


Añoro a los bakalas de los noventa.
A lo mejor sorprende esta declaración o puede parecer una boutade, pero me causa cierta desazón ver que ellos también han sucumbido a las modas estéticas de la tribu global. Una pena. Los observo fumando leños en mi plaza como han hecho durante toda la vida, sentados en el mismo escalón donde siempre estuvieron, a pesar de que derruyeron el edificio al que daba entrada. Más o menos siguen las mismas costumbres, pero con el poso light que imponen los tiempos. Malos tiempos para la lírica. Y también para el hardcore techno.
Se produjo el cambio generacional y éste se ha llevado por delante el estereotipo bakala. No me quiero quedar sólo en un análisis de forma y he de decir que he tenido muchos amigos bakalas. Me he pegado buenas fiestas (fijaos, qué expresión más bakala) con ellos y en aquellas lides nunca faltó nada, la solidaridad y el desprendimiento primaron al más alto nivel.
Sin embargo, el way of life bakala no dura toda la vida, la exigencia física (y mental, no nos engañemos, que una cosa lleva a la otra) y la madurez suponen siempre un punto de no retorno.
Pasada la época de parasitar viviendo en casa de los padres y con dinero a espuertas por contar con los ingresos de los primeros trabajos llega el irreversible trance de estabilizarse con hipoteca, novia formal y un sinfín de obligaciones sociolaborales incompatibles con arribar a casa el domingo por la tarde con 4 cuños distintos de discotecas y afters en las muñecas y el organismo trucado hasta el paroxismo.
Este punto de inflexión resulta ineludible, los bakalas son bastante conservadores y tienen querencia por formar una familia, pues son cuidadosos del prejuicio social y de la posición patrimonial de la mujer y la descendencia en sus vidas. Por otro lado, su vida discotequera es como la profesional de los futbolistas, breve e intensa. Después, igual que con los partidos de veteranos, quedarán los porros en el parque y las viejas batallas de parking, una pegatina de Spook o Barraca en el coche y ese segundo de parón al querer decir algo, sintomático de tantos reseteos de memoria.
Al fin y al cabo no se actúa como bakala durante toda la existencia, al contrario que ocurre, por ejemplo, con los heavies.
También hubo un tiempo en el que la escena valenciana, precursora a nivel estatal del techno y las diferentes variantes que se producían en Europa, mostraba una imagen cultural y estética vanguardista y muy diferente. Esa intrahistoria y el tránsito hacia el bakalao que hemos conocido los de mi generación se explica en primera persona y con profusión de datos y experiencias en el altamente recomendable libro de Joan Maria Oleaque "En Èxtasi".
Desde mediados de los noventa se advirtió, procedente de Barcelona y su área metropolitana, un cambio estético y actitudinal en la escena techno. La música aceleró su ritmo y su deterioro, se radicalizaron las estéticas y se instauró un clima más kinki en las discotecas. El potente movimiento skinhead catalán se tomó como paradigma de actuación por parte de un sector de la juventud que escuchó fascinado las historias sobre "La Ruta" de sus hermanos mayores y recibió con expectación las noticias que emanaron de unos medios de comunicación nuevamente superados por los acontecimientos e incapaces de ofrecer un análisis serio sobre aquel fenómeno.
Estas credenciales no resultaban las más propicias para generar un movimiento excesivamente lúcido. No obstante, me vuelvo a situar en la imagen actual de las collas de bakalas y sólo veo uniformidad y nadería. Está claro que los de antes tampoco se erigían ni en elite estética ni en referente de nada, pero al menos veías en ellos cierto espíritu de tribu urbana, una camaradería basada en referentes comunes (lugares, ropa, desplazamientos, etc.) y, en definitiva, una identificación con un modus vivendi que singularizaba a la turba ante la sociedad.
No voy a caer en el error de juzgar sus aficiones o sus tendencias, entre otras cosas porque muchos de ellos se aferraron a ellas con la ilusión de emular lo que otros les habían contado o por mimetismo de barriada. El caso es que, aunque muchos de ellos te hablen de sus experiencias con la nostalgia del bragado, ninguno permanece en la escena y ello demuestra también la debilidad de ese modelo de ocio.
Ya no quedan en mi barrio pelos de cenicero, ni cazadoras Alfa ni retumban las machaconas cadencias masieras. En su lugar, crestas a lo Beckham, polos Fumarel y house impersonal de consumo industrial.
Como en todas partes, eso es lo triste.

3 comentarios:

  1. QUÈ GRAN POST!!!!!

    Mai he soportat eixa música (però sí, jo també he anat a Pont Aeri), però el que sí m'agrada és la festa on siga i com siga, i quan lo que a mi m'agradava tancava alguns diumenges de matí no quedava més que pillar els cotxes hasta dalt de tot (quins temps aquells en que no hi havia controls) i tirar cap a Central o Revival. Jo era molt feliç en el parking de qualsevol lloc d'estos. Les personetes que m'acompanyaven quan totes les meues amigues i els meus amics ja se n'havien anat a dormir, han acabat siguent grans amistats a pesar de que ara en lloc de coincidir a la porta dels garitos quan xapen ho fem a les consultes de salut mental del centre de salut. Més d'un ha quedat completament inservible per a l'exercici d'una vida normal. I abans pensavem sort que els pares tenen diners, però tota esta gent de la que parle eren fills de families amb fortuna feta ací a la industria textil majorment que ho han perdut casi tot i no sé massa bé què els espera, amb trenta anys i el BMW tunejat i res més.

    Amb alguns continuem pegant-se-la (la festa) de quan en quan. L'evolució d'eixe hardcore infumable a un house més audible, una miqueta de minimal, diguem-li una democratització dels sons (per poc que t'agraden, estes coses es poden sentir) han fet que ara ja no me quede als parkings. Adoooooore la Metro, la Metro és la meua preferida, savia evolució de totes aquelles discoteques que hi havia a la Vega Baixa, i estic com una xiqueta en un parc d'atraccions quan vaig a Eivissa amb la idea de no dormir fins que el cos diga prou. I Barraca, mmmmm, Barraca de quan en quan porta a punxar a gent que no m'importa vore.

    Ara més d'un d'estos mutats a pijohousero també se deixa vore per raves i punxades de drumen que se m'estan començant a fer tan insuportables com el hardcore més ranci. Però al remat la cosa és passar-ho bé amb la gent que t'estimes, i pa d'això igual me tenen Ramones que Paquito el Xocolatero.

    (bueno, mentira, les preferències van a ser sempre les mateixes... però bueno, jo m'entenc el que vull dir)

    http://anistenis.blogspot.com/2008/10/risas.html

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  2. *Els videos d'eixe post són recents, vull dir, de fa pocs anys. Són allò en que s'ha reciclat el sector bakala de la meua adolescència

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  3. Genials l´escenes que he vist a partir del teu link. No hi ha res com la festa al carrer i les sinèrgies positives que es creen (llevat de les Falles, on el personal se sol decantar per la violència gratuïta).
    Em quede amb el respecte cap a tots els nostres amics bakales (de totes les tipologies, puix existeix molta variació geogràfica també, per exemple, els que jo coneixia de Terol afegien el kalimotxo a la seua alquímia (en majúscula seria també una mítica discoteca) particular) i amb els records d´uns temps que de tant en tant permetran algun altre revival.

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